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Fotografía de Sara Hernández usando su uniforme de policía municipal.Fotografía de Sara Hernández usando su uniforme de policía municipal.

Sara Hernández, la policía con TDAH que patrulla las calles de México

A sus 40 años, Sara es una mujer polifacética que no sólo patrulla las calles del municipio con el mayor número de fosas clandestinas, sino que instaló su propia clínica y da terapias a personas neurodiversas.

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16 de agosto de 2023

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Redacción Yo También

Sara tiene 40 años y es policía en Tlajomulco, el municipio de Jalisco con el registro más alto de fosas clandestinas en México. También es escritora, estudiante y antes se ha dedicado a buscar personas desaparecidas, ser maestra de inglés, arte y literatura, correctora de estilo, dramaturga, iluminadora escénica y trabajadora social con personas en situación de calle. 

Vive con sinestesia, una condición no patológica que permite la percepción con más de un sentido con el mismo estímulo.

«A veces una tortilla un poco vieja me sabe a anaranjado y se escucha pastosa en el interior de mi oído. Para mí siempre fue normal que el sol crujiera o que las luces del escenario de repente se volvieran cuchillas que ensordecen. Ponerlo en palabras es muy complejo porque es imposible explicar el sabor morado, aunque yo lo perciba siempre. Empecé a notar que había algo raro cuando me decían constantemente que estaba loca. ¿Cómo iba a saber que los demás no veían el mundo igual que yo?», explicó Sara a El País

Sara Hernández sonriendo junto a una transeúnte. Fotografía de Roberto Antillón para El País.

El diagnóstico de TDAH

Hace ocho años, Sara fue diagnosticada con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) y vive con epilepsia.

«Desde la psiquiatría tradicional, el TDAH se considera una inmadurez en el neurodesarrollo y por lo tanto, una limitación adaptativa. Es una condición genética que suele describirse a partir de las debilidades, como la poca concentración en entornos estructurados, la dificultad de controlar impulsos o los problemas de autorregulación emocional. Pero analizada desde la corriente de la neurodiversidad —para la cual no hay formas correctas ni incorrectas de percibir— esta y otras condiciones mentales también traen consigo fortalezas», abundó el medio.

Precisamente la hiperactividad de la corteza cerebral ha permitido que Sara, madre de un niño de 10 años, desarrolle otras actividades, como la lectura y particularmente la escritura de piezas de teatro, poesía y novela.

El más reciente de sus diagnósticos neurológicos es un quiste en la glándula pineal —la responsable de la melatonina, que regula los patrones de sueño y vigilia—, que junto a la hiperactividad hacen que duerma entre dos y tres horas diarias. 

En su brazo derecho tiene tatuada la palabra ‘Ataraxia’; ‘Entropía’ adorna la extremidad izquierda como dos elementos de su vida: «el estado máximo de imperturbabilidad y el caos«.

Su trabajo como terapeuta

En su domicilio en Tala, Jalisco, a poco menos de una hora de Tlajomulco, Sara fundó una clínica terapéutica que dirige y donde hay consultorios para dar atención a niñas, niños, adolescentes y adultos a precios bajos o a veces de forma gratuita. 

«Mientras llega su próxima paciente, Sara habla de cómo fue el día anterior en su trabajo de policía. Cuenta que pasó varias horas en un descampado, bajo los rayos del sol de junio, porque encontraron varios restos humanos en unas bolsas de plástico», continuó el medio.

Renata, la paciente de cuatro años de Sara, fue diagnosticada con autismo y desde hace un año acude cada semana al consultorio. 

La terapia, de acuerdo con la madre de Renata, ha sido benéfica para la niña, que ha empezado a pronunciar algunas palabras. 

Algunas veces durante la sesión, Renata hace aleteos con las manos. Entonces Sara la ve a los ojos y le recuerda que debe respirar. 

«El aleteo yo lo traduzco a sensaciones que tengo constantemente y no sé cómo manejar, como cuando siento hormigueos con los colores o sabores. Es algo que no quieres sentir pero no puedes pararlo», dice Sara una vez que su paciente se ha ido. «Yo simplemente he aprendido a generar herramientas para mí y pruebo a ver si les funcionan a otros», contó Hernández. 

Sara Hernández, policía y terapeuta, junto a su hijo Axel, quien es posible que al igual que su madre, sea una persona neurodivergente. Fotografía: Roberto Antillón/El País

El arte en la vida de Sara

Por su cuenta, Sara ha estudiado neurociencias y es integrante del Instituto de Neuroartes, una organización internacional que aborda los vínculos entre conciencia, arte y salud mental, informó el medio. Además, estudia en línea la licenciatura en psicología.

Se describe a sí misma como “terapeuta circunstancial” y desarrolló una metodología que considera intuitiva, nada ortodoxa y en la que se enfoca primero en entender y tratar de entrar al mundo del paciente. 

«A pesar del déficit de atención inscrito en el nombre, las personas que viven con esta condición pueden lograr altos niveles de concentración en tareas que les apasionan, y es común que mientras las realizan, pierdan la noción del tiempo. Para Sara, esto puede verse como un problema pero al mismo tiempo, dice, ‘es un súper-poder'», dijo el medio.

Sara Hernández caminando junto a su hijo. Fotografía de Roberto Antillón para El País.

Su trabajo con pacientes comenzó en 2015, cuando como docente le pidieron examinar a un niño que no hablaba claro ni podía leer o escribir. 

A través de técnicas de vocalización aprendidas en el teatro, el niño empezó a hablar mejor y luego a leer; luego, a Sara le pidieron que tratara a otro niño y después a otro más, hasta que su casa ya no fue suficiente para atender a sus pacientes, pues la voz se corrió entre los vecinos de su comunidad. 

Actualmente atiende incluso a pacientes de otras entidades y es una firme creyente de que la medicación debe ser la última opción y no la que se asume de forma automática por «comodidad».

Fotografías de Roberto Antillón para El País

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