¿TDAH o solo infancia?: analizar para no sobrediagnosticar

Al parecer algo se está haciendo mal con las niñas y los niños inquietos, ya que cada vez crecen más los diagnósticos de TDAH y no siempre tienen esa condición.

Evaluaciones exprés, más casos de los que realmente existen y otros tantos que no son detectados forman parte de los retos que significa el diagnóstico del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), que suele confundirse con los rasgos propios de la infancia, de acuerdo con el psicólogo Rafael Guerrero. 

Profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Guerrero expuso en el artículo Sobrediagnóstico del TDAH en niños: el cajón de sastre de los trastornos mentales para El País, cómo el TDAH se ha convertido en una especie de “cajón” donde se ponen todo tipo de condiciones.

En un salón de clases de niños de tres o cuatro años, apunta Guerrero, habrá algunos inquietos, que no presten atención a la maestra, que estén en movimiento. 

“Es más, quizás les sorprendería más verles quietos, en silencio y concentrados como un adulto estudiando para unas oposiciones. Eso sí que sería raro y, probablemente, un claro indicio de que algo no va bien… porque son niños”.

Inquietud motora, dificultad para prestar atención, impulsividad, conflictos con los compañeros son características que pueden corresponder a alumnos en educación infantil; el tema es que también son los síntomas más habituales del TDAH. 

“Claro, pero también son típicas de una etapa fundamental de la vida llamada infancia. Entonces, ¿cómo se puede diferenciar si se trata de algo normal o de un trastorno?”, afirmó.

Aunque la dificultad para prestar atención, impulsividad e hiperactividad son los síntomas principales del TDAH, también hay otros secundarios que son importantes, como dificultad para gestionar las emociones y controlar impulsos, poca tolerancia a la frustración, escasa paciencia, necesidad de refuerzos externos. 

Mientras en las personas adultas el cerebro está desarrollado y tiene la capacidad de hacer cosas desmotivantes, monótonas y aburridas, a “los niños pequeños, sobre todo a los de menos de seis años, les cuesta mucho hacer aquello que no quieren hacer y no les gusta. Tienen un cerebro aún muy inmaduro que les empuja a hacer lo que les apetece, no lo que tienen que hacer. Por eso les cuesta tantísimo acatar las normas y respetar los límites que los adultos les imponen.”

A los seis años la corteza prefrontal está mínimamente desarrollada y por ello las funciones ejecutivas -las que permiten la concentración, el control de los impulsos, la planificación, la gestión de las emociones, la automotivación, la conciencia de lo que se siente y piensa, la toma de decisiones conscientes y la conciencia ética-, están apenas desarrolladas

“Por lo tanto, todo lo que diferencia a los humanos del resto de animales se ubica en esta área cerebral. Los niños con seis o siete años ya tienen estas aplicaciones cerebrales mínimamente activas para poder ponerlas en marcha, algo que no ocurría un par de años antes, sobre los cuatro años”,

observó el especialista en TDAH. 

Por ello, los expertos deben esperar hasta esta edad para diagnosticar este trastorno. 

“Siempre digo que no debería haber ningún niño menor de esta edad diagnosticado de este trastorno y me consta que los hay (y muchos, desgraciadamente). Ante esta situación, los profesionales de la salud tienen la responsabilidad de formarse, cualificarse y realizar buenos diagnósticos para no caer en el error de diagnosticar a un niño de cuatro años que simplemente manifiesta los síntomas de algo conocido como INFANCIA”, abundó.

De acuerdo con investigaciones, entre el 5 y 7 por ciento de niñas, niños y adolescentes tienen TDAH, pero hay más casos diagnosticados. 

“Algo se está haciendo mal. Aunque esto es una realidad en los últimos años, es cierto que el número de diagnósticos se ha visto incrementado después de la pandemia, lo cual no quiere decir que existan más niños o adolescentes con TDAH, pero sí más diagnósticos”, agregó Guerrero.

No solo es un problema el sobrediagnóstico, sino también el infradiagnóstico y el mal diagnóstico. 

Otros trastornos, como el del espectro del alcoholismo fetal (TEAF), del espectro autista (TEA), ansiedad, apegos inseguros o la propia condición de infancia son habitualmente diagnosticados como TDAH. 

“Por este motivo, estoy convencido de que este trastorno sirve como un cajón de sastre para otros muchos trastornos e, incluso, para circunstancias normativas del desarrollo de los niños”, dijo.

Al mismo tiempo, hay muchos casos que no son detectados ni diagnosticados, lo que significa que tampoco tienen atención. También hay quienes diagnostican con evaluaciones exprés, superficiales y sin que se hayan hecho pruebas exhaustivas. 

“En conclusión, el TDAH no debería ser un cajón de sastre en donde se reúnan trastornos y circunstancias que nada tienen que ver con este trastorno del neurodesarrollo. Una de las claves está en que los profesionales se tomen muy en serio la evaluación de cada menor de forma individualizada, dedicando tiempo suficiente, cariño y estando bien formados en este trastorno”, dice el artículo.

Por Redacción Yo También

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