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Katia D'ArtiguesKatia D'Artigues

El día en que Alan fue al súper

Una pequeña historia cotidiana que muestra cómo el día a día puede estar lleno de aprendizajes significativos.

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27 de julio de 2023

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Katia D'Artigues

Hace días, chateando con uno de los terapeutas de Alan, me dijo que en su siguiente sesión quería llevarlo al supermercado. Me encargaba que hiciera una lista con Alan (y no para Alan) de las cosas que compraría.

Por estos días Alan, quien tiene casi 17 años y está a punto de empezar la prepa, sigue trabajando en temas académicos, pero más que nada nos estamos enfocando en aprendizajes que le puedan servir para su vida independiente. Esa es nuestra meta: queremos que él, en algún momento, pueda vivir solo o con quien decida y con el menor número de apoyos posible. Hacemos maromas para empujarlo hacia allá. No sabemos si lo logrará, ¡pero lo intentaremos con todo!

Para eso es importante que sepa cuidar de sí mismo (desde bañarse y vestirse), comunicarse (hablar, sí, pero también usar el teléfono celular), cocinar, lavar su ropa, entre muchas otras cosas. Y para todo esto se necesitan letras, matemáticas y, claro, sentido común y de alerta ante el peligro.

Pero todo funciona mucho mejor si el aprendizaje le importa, si es algo significativo.

Es importante para él (y para cualquier otro niño, niña o adolescente, finalmente la discapacidad es solo una lupa que hace más grandes ciertas cosas) que lo que le enseñamos, le sirva para algo. 

Le enseña más escribir una tarjeta para felicitar a un amigo por un cumpleaños, que hacer tres planas. Y en el caso del super, teníamos que encontrar una razón por la que queríamos que fuera de compras.

Resulta que la salida con su terapeuta era el jueves. Ya estaba de vacaciones (ay, las vacaciones, qué doble trabajo es a veces para las personas que nos encargamos del cuidado) y él ya había visto que el miércoles fuimos por súper completo. Entonces eché mano de la red de apoyos en casa y también de una que otra mentirijilla piadosa. 

Con la buena suerte de que ese fin de semana nos visitarían sus padrinos, a quienes quiere mucho. Y a su padrino le encantan las anchoas. Queríamos darle unos panes con anchoa, jitomate, huevo y una salsa, que nos quedan rebuenos. La mentirita es que no teníamos todos los ingredientes para hacerlo. Entonces mentimos un poco: “se nos olvidaron ayer en el súper”.

Ir al súper a comprar algo para hacerle al querido padrino era mucho mejor que decirle: ‘tráeme un kilo de arroz y un detergente para trastes’, por poner algún ejemplo. 

Entonces yo hice una lista para que luego él hiciera una versión que le ayudara más: con dibujos, números y letras. La lista: 3 jitomates, 1 cebolla morada, 2 baguettes, 1 ajo, 1 lata de anchoas y un cartón de huevo (necesitábamos menos de huevos, pero bueno en el súper sólo venden por cartón).

Además de contar, buscar, recortar, pegar, escribir que ya era bastante, tendría también que mandarme la foto por whatsapp (apenas aprende a usar su celular para algo más que ver videos y escuchar música que lo hace muy bien) para decirme que estaba listo para ir al súper. 

El resultado fue este y cuando lo recibí me encantó verlo. ¡Fue un gran logro!

Lista 3 imagen de jitomate, 1 imagen de cebolla morada, 2 imagen de dos baguettes, 1 imagen de cabeza de ajo, 1 imagen de lata de anchoas, 1 imagen de cartón de huevos.

*Foto sacada por Alan D’Artigues *

Ya por la tarde, fue al súper con su terapeuta. Él solo iba de acompañamiento: dejó a Alan buscar las cosas que necesitaba o incluso preguntar con apoyo de su lista. Le di 200 pesos para que comprara y me tuvo que traer el cambio. 

¡Lo hizo muy bien! Tenía todo el sentido ir a comprar cosas para hacerle una cena a su querido padrino y estaba muy feliz. Creo que nos pasa a todas las personas: comprar algo para cocinarle a alguien que queremos hace que todo sea mucho más fácil y significativo.

Para esa ida al súper, Alan tuvo toda una pequeña aventura de aprendizaje: tuvo que buscar imágenes, cortarlas, pegarlas, escribir, contar, sacar una foto, y mandarla vía un mensaje por whatsapp, llevar dinero (y para eso recordar cargar su cartera), interactuar con otras personas, pagar en la caja. De camino al súper y de regreso, tuvo que cruzar calles, ubicarse dónde estaba. 

También, por si quedaba alguna duda, ratificó que nadie es perfecto porque un día antes se nos olvidó comprar algo en el súper. Todas las personas fallamos. 

Los tiempos en los que las demás personas nos impusieron que teníamos que aprender algo solo porque sí, porque era nuestra responsabilidad o por sacar una calificación han, en gran parte, terminado. Es por un enfoque de educación mucho más sano, pero también por algo ineludible: no teníamos a Google como una suerte de memoria ampliada a un clic de distancia. 

En el caso de personas con discapacidad intelectual es mucho mejor convencerles de que lo que aprenden les va a servir y lo van a poder aplicar ya. Así tendrán más hambre de aprender. Aunque de este lado, tengamos que hacer algunas marometas y decir una que otra mentirilla para lograrlo. 

La vida es una constante oportunidad para aprender. Es una de las muchas cosas que te deja más claro ser la madre de una persona con discapacidad. 

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