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Fotografía de José Miguel mostrando sus macarrones de colores.Fotografía de José Miguel mostrando sus macarrones de colores.

El dulce sabor de la inclusión

José Miguel, chef con síndrome de Down, trabaja en M21, empresa socialmente responsable comprometida con la integración laboral de los jóvenes con esa discapacidad intelectual.

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15 de agosto de 2023

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Karina González Fauerman

Detrás de los macarrones de lima yucateca, guayaba con queso de bola y lavanda que se preparan en su local ubicado en Mérida, se encuentra el talento y conocimiento de José Miguel, un chef con síndrome de Down o chef down, como prefiere que le llamen, de 20 años. 

En 2021, su papá, Herbé Calderón, abrió M21, establecimiento especializado en este tipo de postres, y lo impulsó para trabajar juntos.

«Es un compromiso que tenía moralmente con mi hijo. Cuando terminó la prepa, los psicólogos me recomendaron que lo incorporara al mundo laboral para que se empezara a desenvolver en el negocio y se enfrentara tanto a la aceptación como al rechazo

«Este proyecto nace con tres propósitos: demostrar que los jóvenes con síndrome de Down pueden hacer más de lo que la gente piensa, ser un ejemplo y crecer para involucrar a más personas”, explica Herbé.

Comparte que, además de su hijo, otros dos adultos jóvenes con síndrome de Down trabajan en M21, cuyo nombre rinde tributo al mes (en marzo se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down) y al año en el que abrió sus puertas, así como a la Trisomía 21.

La preparación de los macarrones, señala, involucra un largo proceso y un arduo trabajo en equipo: mientras uno hace la mezcla, otro prepara las bolitas y uno más las introduce en el horno. José Miguel, subraya, está en todos los procesos de producción, pues rellena los macarrones, se encarga del empaque, reparte y surte a hoteles y restaurantes. 

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«Trabaja medio día. Él se va en la camioneta con un chofer, hace entregas y firma notas. Es un chavo súper despierto y para mí es mi amigo. Si yo juego golf y practico buceo, él también lo hace».

La variedad de sabores distingue a los macarrones de M21: desde los tradicionales de Mérida como horchata y lima yucateca, queso de bola y guayaba con queso de bola hasta los de chocolate, café, lavanda, vainilla, pétalos de rosas; en temporada están a la venta de nuez con manzana y cereza con chocolate.

Además de tener dos tiendas, entregan pedidos especiales para bautizos y bodas. Una artista dibuja las figuras de El Principito, emojis, animales o especiales para Navidad y Halloween, entre otros muchos más diseños.

«En un futuro me gustaría integrar a jóvenes invidentes (sic) para que pintaran los macarrones. En M21 empezamos por una causa, pero actualmente se sigue comprando el producto. Esa es la magia«.

Retos culturales y laborales 

Para Herbé, las personas con síndrome de Down hacen un trabajo formidable. Y es que, asegura, les gusta armar las cajas, hornear, lavar los platos, y jugar con el agua.

«Ellos nos capacitan a nosotros. Les digo que se diviertan y se la pasan a todo dar. El modelo de negocio está diseñado para que todos ganen lo mismo, ya que esa es la inclusión».

Desde su punto de vista, desafortunadamente, algunos papás que tienen hijos con síndrome de Down no permiten que trabajen, pues tienen miedo a que los lastime la sociedad.

«No se dan cuenta que cada vez sus hijos están más grandes y más cerca de estar solos. Hay un mundo que les abre las puertas política y socialmente».

Entre los próximos planes de M21 se encuentra un proyecto de desarrollo de franquicias, dirigido específicamente para papás con hijos con síndrome de Down.

Mientras eso sucede, Herbé es un papá orgulloso y satisfecho con el trabajo y realización de José Miguel.

«Mi hijo va a poder hacer las cosas por sí solo. También le doy el crédito a su mamá, quien siempre ha estado a su lado. Hemos hecho un trabajo en equipo brutal».

Fotos: Cortesía M21

¿Sabías que? En México no existe una cifra exacta de cuántas personas tienen síndrome de Down. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) los incluye dentro de las 7.1 millones de personas que tienen algún problema o condición mental. Sin embargo, publica El Economista, lo que sí es un hecho, es que su acceso a un trabajo digno es limitado.

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