Logotipo de Yo También
Carlos CelisCarlos Celis

La comedia incorrecta de División Palermo

Un abanico de personajes que representan no solamente distintas discapacidades sino a la diversidad en sí misma, en el mundo contemporáneo que está muy preocupado por incluir a las minorías.

Ícono de calendario

30 de marzo de 2023

Ícono de autor

Carlos Celis

Las series, telenovelas y sitcoms que tratan sobre el espacio laboral suelen ser muy divertidas y conectan rápidamente con el público. Dos casos más o menos recientes que revolucionaron la televisión, cada uno a su manera, fueron “The Office” y “Yo soy Betty, la fea”, pues se trata de una fórmula irresistible para la clase media y trabajadora: un personaje en desventaja que supera todos los obstáculos del mundo laboral para convertirse en un líder y obtener el éxito y el respeto.

Es en este contexto de la desventaja que las minorías y los oprimidos no solamente están bien representados, sino que son esenciales para que esta fórmula funcione con su mensaje de superación personal. Claramente, incluye a la “fea” (Betty), el “tonto” (Gutierritos), la “gorda” (Drop Dead Diva), la mujer explotada (Mi secretaria) o los burócratas (Parks and Recreation), entre muchos otros personajes fáciles de identificar para el gran público, más allá de cualquier etiqueta o clase social.

En algún momento de los años 1930, dentro de la cinematografía surgió la comedia policial, que rápidamente se convirtió en un subgénero que combinaba la comedia con el cine policiaco, una receta que atrapó al público con su mezcla de humor e intrigas criminales, pero cuyo atractivo adicional era ver a los representantes de la ley convertirse en el motivo de burla.

La tirante relación que siempre ha existido entre la autoridad y los ciudadanos necesitaba esta válvula de escape.

Comedias de los años 80, como “Loca Academia de Policía», supieron explotar este género de manera muy astuta y llevarlo al límite con un estilo de humor desbordado que podía, incluso, ser escatológico o jugar con alusiones sexuales. Pero quizá el gran acierto de esta franquicia, que se extendió por siete películas, fue lograr un producto que aún cuando fue absolutamente incorrecto también se las ingenió para ser incluyente.

En esa comedia podíamos ver hombres, mujeres, blancos, negros, heterosexuales, gays e incluso un entrañable personaje que en apariencia tenía un trastorno del lenguaje o algo como síndrome de Tourette, interpretado por el comediante Bobcat Goldthwait. El éxito de las películas fue tal que dio lugar a una serie de televisión y también a una serie animada para niños.

“División Palermo» es el más reciente ejemplo de una comedia policial y es, ni más ni menos, una serie argentina producida por Netflix. La idea resulta brillante porque mezcla las comedias de policías con aquellas sobre el espacio laboral, pero además se distingue por abordar temas como la discapacidad y la integración de las minorías.

Si bien no es totalmente original, pues deriva de la última ola de series de este género (“Reno 911!”, “Brooklyn Nine-Nine” e incluso la mexicana “Harina”), sorprende que a nadie se le haya ocurrido antes hacer una comedia sobre la discapacidad en tiempos de corrección política. Es claro que, en países como Estados Unidos, el público es muy sensible a estos temas, pues la última vez que alguien intentó hacer una comedia de humor negro sobre la inclusión (“Heathers”, 2018) esta fue cancelada, y otra sobre la imagen corporal (“Insatiable”, 2018) recibió las peores críticas.

El tono de “División Palermo» es desafiante al inicio porque sube y baja de intensidad, además de jugar con el absurdo.

Pero cuando entra de lleno al terreno del humor negro pone a prueba nuestra tolerancia, y justo ahí es cuando nos obliga a preguntarnos si lo que realmente quiere es que enfrentemos nuestros propios prejuicios sobre estos temas.

Nos cuenta la historia de Felipe Rozenfeld, descrito por su novia desde el primer episodio como un hombre que tiene miedo de todo, no tiene proyectos y no se arriesga, y más adelante es llamado por una de sus compañeras como “el más privilegiado, cis, blanco y heterosexual”. Es decir, que el único problema de Felipe es ser un tipo demasiado normal que no encuentra su lugar en el mundo y por ello termina en la Guardia Urbana, un grupo de voluntarios que patrulla las calles para cuidar a los vecinos del barrio de Palermo.

La “División Palermo” del título está conformada por un abanico de personajes que representan no solamente distintas discapacidades sino a la diversidad en sí misma, en el mundo contemporáneo que está muy preocupado -o quizás obligado- a ser incluyente con las minorías, para cumplir con cuotas de integración. Hay ciegos, personas de talla baja, de talla grande, adultos mayores, mujeres trans, personas con discapacidad motora, morenos y migrantes.

Es una comedia sobre la discapacidad que se ríe de ésta desde dentro, pues aunque no todos los actores ni el propio creador de la serie, Santiago Korovsky, pertenecen a minorías, dentro del equipo de escritores sí colaboraron personas de grupos vulnerables o que viven con alguna discapacidad.

Se trata de ocho episodios cortos, de menos de media hora cada uno y con muy buen ritmo. La ventaja de que exista una serie como esta es que pone sobre la mesa el tema de la discapacidad, pero lo hace a través del humor. Incluso, “División Palermo” ya llegó hasta la ONU, pues fue mencionada en el Comité de Discapacidad por un representante argentino que la usó como ejemplo para hablar de derechos humanos y explicar la situación que atraviesan las personas con discapacidad en aquel país.

Pero quizás el mayor regalo de una serie como ésta sea el recordatorio de que aún queda algo de espacio para la incorrección en medio de tanta corrección política. La serie es parte del catálogo de Netflix desde febrero y, tras haber llegado al número uno de esta plataforma en Argentina, ya se anunció que contará con una segunda temporada.

Por Carlos Celis

*Carlos Celis es periodista y locutor. Twitter lo encuentras como: @carloscelis_

Te interesa: