La Organización Mundial de la Salud advierte que de 2023 a 2050, las personas con pérdida auditiva discapacitante pasarán de 430 millones a 700 millones.
Mientras algunos especialistas consideran que clasificar la vejez como una enfermedad podría impulsar mejores investigaciones, otros se oponen al nuevo paradigma porque podría causar discriminación.
Desde Mayo Clinic en EEUU plantean que una enfermedad con síntomas similares a otras afecciones neurológicas, puede desviar y demorar el abordaje de los médicos.
El bombardeo de mensajes publicitarios sobre la manera en que debe desempeñarse un empleo ha llevado a que incluso las personas con discapacidad se exijan más de lo que resulta conveniente y sano.