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Fotografía del rostro de Rocío sonriendo, viste una blusa negra con flores azules.Fotografía del rostro de Rocío sonriendo, viste una blusa negra con flores azules.

Abriendo caminos en la educación

La vocación magisterial al servicio de personas que requieren apoyo para estudiar puede ser el detonador de un cambio de vida para decenas de estudiantes. La historia de Rocío, quien de niña estuvo a punto de desertar de la escuela, es solo un ejemplo de ella.

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2 de octubre de 2020

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Conversa

Por Adelaida Vázquez Pimentel

Cuando egresé de la carrera de Psicología en 1985, una gran cuestión que realmente me preocupaba era la deserción escolar de estudiantes de primaria. La razón más constante en las y los niños de escasos recursos económicos era que se perdían en la explicación de sus maestras y maestros en salones con más de 50 integrantes.

Las familias de estos niños eran en su mayoría analfabetas. Por esa razón, me asigné la tarea de formar una escuela especial, donde se les atendiera a todos y todas las que no pudieron seguir y enfocada a potenciar su autoestima.

Hasta ese momento, las madres y los padres, cansados de tanta lucha, los enviaban a trabajar a la calle, limpiando los autos, vendiendo dulces y con un futuro próximo a delinquir. 

Fue entonces cuando llegó a mi escuela Rocío, una pequeña de 9 años, quién fue expulsada del sistema educativo, después de haber repetido tres veces primero de primaria. Su madre quiso darle la “última oportunidad”, enviándola a mi escuela de Tlaquepaque, uno de los municipios que forman parte de la zona metropolitana de Guadalajara, en el estado de Jalisco.  Ella llegó como todos, sin conocimientos básicos de lectoescritura. En un tiempo corto, con los métodos para elevar la autoestima y con sus más grandes capacidades y enormes talentos, Rocío comenzó a brillar.

Hoy, ella, que vivió el rechazo y la llamada “última oportunidad”, continúa y ha llegado lejos.

Terminó sus estudios, se graduó de la licenciatura en Derecho en la Universidad de Guadalajara, donde también estudió la maestría en Educación Especial, pues como ella dice “defender los derechos de los niños, es privilegio para pocos, cuando es merecido para todos”.

Rocío formó una escuela para prevención de la deserción escolar y simultáneamente que los y las alumnas de secundaria y preparatoria aprendieran un oficio. Este proyecto, avalado por la Secretaría de Educación Pública, es una gran realidad en la que participan cientos de jóvenes de Tlaquepaque.

El año pasado, Rocío se graduó de su doctorado en Educación, con enfoque a la deserción escolar. 

Ella fue una estrella que estuvo a punto de ser opacada y borrada. Hoy su realidad es muy diferente.

La cuestión es, ¿cuántas “Rocíos” se quedan en el camino por falta de una posibilidad real de educación que da trascendencia a cada ser?


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