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María Elena EsparzaMaría Elena Esparza

Salud mental y discapacidad por accidente

Personas con discapacidad y los cuidadores y cuidadoras primarias que las apoyan deben contar con apoyo para conservar su salud mental.

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11 de octubre de 2022

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Redacción Yo También

Dicen que la vida dura solo un segundo: este, en el que somos tal y como nos encontramos aquí y ahora. Y se sabe, también, que en un segundo cambia todo. 

Nuestro cuerpo es el medio para vivenciar, que es mucho más que vivir. A través de sus sentidos registramos y procesamos las experiencias: aprendemos a ser y estar en sus fronteras físicas, que no son iguales a las mentales. Pero esto es algo muy difícil de asumir después de un accidente que cambia las posibilidades en movilidad. 

Según el Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad, la primera causa de discapacidad motriz en jóvenes de 17 a 24 años son los accidentes de tránsito. Estos ocurren, en la mitad de los casos, por consumo de alcohol, 30 por ciento por exceso de velocidad y 20 por ciento por uso de distractores como el celular. La Organización Mundial de la Salud (OMS) equipara su gravedad a la prevalencia de enfermedades como la malaria, tuberculosis y  VIH. 

A cualquier edad, la pérdida de algunas capacidades físicas representa un duelo y enfrenta a la persona a reaprender su relación con el mundo; durante la juventud el reto es mayor. Sin acompañamiento profesional, la transición se complica, aún más cuando se agregan intersecciones de vulnerabilidad —pobreza, baja escolarización, entorno violento, falta de accesibilidad en las instalaciones— que limitan el derecho a servicios de apoyo psicológico y rehabilitación. 

Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, en cuyo contexto es indispensable visibilizar que las terapias psicológicas son tan importantes como las físicas para facilitar a la persona con discapacidad motriz por accidente su reincorporación a una rutina que le pavimente el proceso hacia su plenitud, resignificada. 

En este sentido, establecer una nueva relación con el cuerpo y comprenderlo como la unidad que forma con su dimensión espiritual y emocional, permite a la persona trascender los nuevos límites físicos que le impone el accidente. Si es posible hacer ejercicio, la natación adaptada es una de las mejores opciones, de acuerdo con la Federación Española de Deportes de Personas con Discapacidad Física. 

Pero también hay que incentivar la práctica de otras formas de presencia, como la meditación y el mindfulness, para prevenir que la persona se deprima. La OMS estima que actualmente 300 millones de personas tienen depresión en el mundo y un estudio de la Universidad de los Andes, en Chile, encontró que entre los pacientes con discapacidad por lesión medular, el mayor riesgo de presentar angustia y depresión se localiza entre el primer y el quinto año de adquirir la lesión. 

En otras palabras: hay que actuar de inmediato para cuidar la salud mental de quienes se enfrentan a una limitación de su movilidad. Así como de sus familias, porque vale la pena recordar que las y los cuidadores de personas con discapacidad también enfrentan condiciones que afectan su bienestar emocional y les ponen en riesgo de burnout. 

Cuando a una persona le cambian las posibilidades motrices de su cuerpo en un segundo, es tarea del gobierno y la sociedad entera moverse para asegurar que pueda desarrollar amor propio, autoestima y encuentre oportunidades de reinserción. Recordemos esto siempre, hasta que todos los días sean de la salud mental.

Por María Elena Esparza Guevara*

*María Elena Esparza Guevara es Maestra en Desarrollo Humano por la Ibero, egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres en la Universidad de Oxford, fundadora de Ola Violeta AC y activista por el derecho a la conciencia corporal. @MaElenaEsparza