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Cherry y Hugo posando con la bandera de México frente al Ángel de la Independencia en Reforma CdMx durante la caminata por el día del bastón verde.Cherry y Hugo posando con la bandera de México frente al Ángel de la Independencia en Reforma CdMx durante la caminata por el día del bastón verde.

¡Paso a paso, el bastón verde me abre paso!

Una crónica de la Segunda Marcha del Bastón Verde en voz de su organizadora.

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28 de septiembre de 2023

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Gretha Cherry

Domingo 24 de septiembre, día del bastón verde, por la mañana. Me levanté con tiempo pues ya no podía seguir en la cama, me metí a dar un baño, bajé por unos tlacoyos al tianguis y mientras desayunábamos en familia, yo guardaba las playeras verdes y los botones distintivos con la frase “tengo baja visión” en la mochila. 

Salimos de casa, pero ya mi teléfono no dejaba de sonar: mensajes de amigos diciendo que no podían llegar, mensajes de mi banda latina y regia llenos de emoción y empuje deseando suerte, llamadas de amigos que ya estaban en el punto de reunión y que no me veían. Lo confieso, se me hizo un poco tarde pues los nervios me hacían dar algunas vueltas sin sentido y ya iba muy justa de tiempo. 

Sentía que el día de la caminata era algo así como mi fiesta de cumpleaños, seguía afinando detalles y metiendo turbo en redes sociales para llegar a todos los rincones posibles.

Me sentía inquieta porque, aunque piensas que no tienes expectativas, sí te preguntas qué tanto abarca tu voz y cuantas personas van a llegar ese día.

Llegué a la Diana Cazadora, sobre Reforma, en la Ciudad de México, y tomé la delantera a mi familia. Comencé a reconocer algunas siluetas y voces, también me comenzaron a reconocer y me gritaban “Hola, Cherry”, “Ya estamos listos”, “Me da gusto conocerte” y varias frases más que aniquilaron el rastro de miedo que quedaba y dieron paso a la alegría que me dio ver que la ola verde comenzaba a formarse. 

Cuando vimos que ya había mucha más presencia, repartimos las playeras y botones. Las voces se hicieron amigas y aliadas, avisamos a todos que la caminata daría inicio a las 11:00 horas. Faltaban sólo un par de minutos y cuando quise buscar a “Fuego”, mi bastón verde, el protagonista del día, me di cuenta que ¡no estaba! 

Hice un recuento rápido, recordé que bajé corriendo de mi casa, me subí al auto y me bajé en La Diana.  Lore Hernández me atravesó la calle al punto de encuentro, y por eso no lo había necesitado. “Fuego” se quedó en la mesa. No saben la ansiedad y soledad que sentí en ese instante, pero había que resolver y Michel, de LibroCiego me prestó uno que era tamaño infantil. Realmente fue complicado porque me quedaba muy pequeño, pero yo no quería caminar sin la insignia de la caminata.

Comenzamos a organizar la comitiva y a las 11:05, alcé la voz y pregunté, “¿Están listos?”. Una lluvia de síes se escuchó y arrancamos.

Al encabezar una comitiva, y más con baja visión, te pierdes de varios momentos y disfrutas de otros, tratas de alentar a los que van contigo a través de tu voz. Había frases acerca de los derechos humanos de las personas con discapacidad. Había risas francas, murmullo de qué la gente platicaba entre sí y en el momento de las consignas la voz se hacía una, retomamos nuestra clásica consigna: “Siempre visibles, jamás invisibles” y sumamos “Paso a paso el bastón verde me abre paso”. 

Una ciclista nos reclamó que le estorbábamos el paseo, a lo que Fermín Ponce, un gran amigo que es  ciego, tomó el  megáfono y aprovechó para hablar acerca de nuestro derecho al libre tránsito.

La caminata seguía a paso lento pero firme, al frente yo me guiaba por la voz de Joan, quien literalmente fue mi ojos. A la izquierda mi esposo e hija me guiaban. “Más despacio, mamá, se están quedando atrás”, me decía Luna, mi hija. 

De fondo escuchaba a Discapacitrón encender los ánimos con firmeza, a lo lejos también escuché matracas (esa era mi hermana sumando ánimos). Yo sentía un ambiente festivo, risas, confidencia, quería meterme entre todos los asistentes y platicar con ellos pero me concentraba en llegar a El Ángel de la independencia, llegamos y ahí bajo el sol hicimos una parada para la foto y para decir algunas palabras.

A pesar de que el sol estaba bárbaro, todos aguantamos, las sorpresas  no paraban y cuando me puse al frente para hablar sobre la baja visión un intérprete de Lengua de Señas Mexicana, Marcelino, se paró a mi lado.  Caminó con nosotros e interpretó, le llamó la atención la convocatoria  en redes y decidió apoyarnos. Qué bueno, porque el intérprete que nos habían asignado no llegó.

El micrófono siempre estuvo abierto para todas y todos, las asociaciones nos platicaron brevemente acerca de sus proyectos pero el sol nos invitaba a movernos ya.

Nos organizamos para regresar, ahora por el lado contrario de Reforma, realmente estábamos cansados y asoleados pero eso no impidió que los ánimos decayeran. El tambor batiente sumó una clásica de las marchas:  “No somos uno, no somos 10, cuéntenos bien”. Caminamos un poco más rápido y llegamos a la Diana, buscamos la sombra para hacernos fotos y una pequeña convivencia. 

Ahí fue donde  tuve la oportunidad de platicar con algunos de los asistentes, me comentaron que llegaron porque vieron la convocatoria en redes y, al igual que yo, buscan que se les reconozca, buscan hacerse visibles, saben que son parte activa de las sociedad y saben que asistir a estos eventos es un primer paso.

Me sentí emocionada de saber que había personas de varias alcaldías de la CDMX y de algunos estados como Coahuila, Querétaro, Estado de México, Puebla, y que aunque no venían exclusivamente a la caminata si se dieron el tiempo para saludarme y vivir la experiencia. Pude platicar con Francisco Contreras “Pancho”, de Puebla quien vive con enfermedad de Stargrardt. Me comentó: “El traslado desde mi lugar de origen valió totalmente la pena, disfruté mucho la convivencia y conocí personas con las que en minutos encontré grandes similitudes”.

Así como lo dije en el altavoz, frente a todos y con el Ángel de testigo, agradezco a Flor, mi mamá; a Ali, mí hermana; a Marlon, mi hermano; a Luna, mi hijita; a César, mi esposo; a Carlos, mi cuñado y a todos y cada uno de los que asistieron. A todos ellos y ellas que decidieron regarme el domingo. Este año la caminata no se llenó de asociaciones, se llenó de personas de a pie, eso me hace saber que el proyecto va bien; que aunque ya lo vea borroso, voy por buen camino.

Al final Hugo organizó que fuéramos a comer, ya quedamos pocos y nos lanzamos. Estuvo padre conocer a personas que como yo han decidido no quedarse en las sombras. 

Me despido con la frase que me dijo Lesly, quien vive con retinopatía del prematuro: “Yo si voy a venir a la tercera caminata, nos vemos el siguiente año”

* Gretha Cherry es activista por los derechos de las personas con baja visión. Tiene retinosis pigmentaria (enfermedad crónico degenerativa sin cura hasta el momento). Es mamá de Luna y ama el chocolate y los conciertos. Es comunicóloga. La encuentras en Instagram en Viviendo con retinosis. 

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