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Fotografía del rostro de Matilda, tiene los ojos cerrados, su rostro esta orientado hacia la izquierda y tiene un tache tatuado en su pómulo derechoFotografía del rostro de Matilda, tiene los ojos cerrados, su rostro esta orientado hacia la izquierda y tiene un tache tatuado en su pómulo derecho

Opinión: El encierro de la mente

Esta tatuadora mexicana, quien vive con trastorno límite de la personalidad, nos cuenta que su condición de salud mental quizá le dio más herramientas para enfrentar la pandemia. Espera que, ahora que todas las personas del mundo viven con más ansiedad, se pueda empatizar con personas con discapacidad psicosocial que como ella, viven con angustia y depresión y enfrentan un estigma.

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5 de junio de 2020

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Conversa

Por Matilda la Muerta*

Mi nombre es Matilda Ávila Garza y fui diagnosticada con trastorno límite de la personalidad a los 16 años. Ahora tengo 22 años y soy tatuadora en la Ciudad de México. Me conocen mejor como “Matilda la Muerta”.

Me gustaría iniciar este texto aclarando que lo que estoy por narrar es nada más que mi experiencia personal. Todas las personas vivimos nuestras condiciones mentales de formas distintas, a pesar de ser catalogadas clínicamente con la misma. No puedo hablar por nadie que no sea yo misma. 

Desde el inicio de esta cuarentena se habló mucho de las complicaciones que este prolongado encierro podrían causarles a las personas que padecen de ansiedad, depresión, etc. 

En mi opinión, depende de muchísimas cosas: del lugar en el que estarás confinado hasta nuevo aviso y sus condiciones, también de cuánto trabajo e introspección estás acostumbrada a hacer. 

Yo, por ejemplo, no me puedo considerar una persona “antisocial”; pero sí puedo decir que sé disfrutar de mi propia compañía y no le temo a la soledad, al contrario, la disfruto bastante. 

Es verdad que cuando te encuentras a solas con nadie más que con tus propios pensamientos los demonios empiezan a manifestarse, sobre todo cuando no hay muchas distracciones en tu día y tiendes a sobrepensar las cosas más que una persona sin una condición mental. Pero este es el tipo de cosas que las personas que vivimos con depresión y ansiedad estamos muy acostumbradas ya: es una lucha constante con tus propios pensamientos que sucede desde que te levantas hasta que te vas a dormir. 

Este cambio y encierro obligado no han figurado como un gran cambio para mí. Repito, cada quien vive sus ansiedades de maneras diferentes. Mi ansiedad y mis pensamientos catastróficos son mucho peores dentro de un escenario repleto de personas que en mi casa con la compañía de mi gato. 

Habemos personas que llevamos, gran parte de nuestras vidas, cargando con estos problemitas químicos dentro de nuestro cerebro. Tal vez tengamos un poco más de herramientas que hemos adquirido durante nuestra historia para afrontar este tipo de situaciones, un poco mejor que aquellas personas que no están acostumbradas a esa constante sensación de angustia y preocupación en el pecho que, a pesar de no tener mucha razón o sentido, simplemente no se va. 

Al principio de todo, esta surrealista apocalipsis me agobiaba y frustraba el tener que dejar de trabajar, todo esto acompañado de una enorme incertidumbre al no saber cuándo iba a volver a hacerlo. Pero el virus no iba a simplemente desaparecer por mis inconformidades, entonces no me quedó de otra que aceptarlo e intentar sacarle lo bueno al tener tanto tiempo libre en mis manos. 

En la normalidad, soy una persona muy ocupada que nunca tiene tiempo para absolutamente nada; a veces, simplemente, por mi pobre administración de tiempos, lo admito. Entonces decidí tomar este tiempo para hacer todos esos proyectos personales que nunca llevé a cabo por no tener tiempo. 

Ha habido días que no he hecho nada del todo. Es ahí cuando los pensamientos destructivos empiezan a surgir, ya que no hay distracciones para poder evadirlos. Ha habido días que mi cabeza simplemente no me deja en paz y no puedo levantarme de la cama y mantengo las cortinas cerradas. Pero eso es algo que pasa conmigo usualmente, con o sin el encierro.

La gran diferencia es que en la normalidad, por más que la mente me torture y no quiera mas que llorar todo el día por mis absurdas películas mentales, no puedo. Tengo que levantarme e ir a trabajar y cumplir con mis responsabilidades. 

Repito, no soy una persona antisocial, extraño ver a mis amigos, a mi novio y a mis colegas; también extraño ir a los lugares que frecuento y me gustan. Pero siempre me ha gustado estar dentro de la tranquilidad de mi hogar y haciendo lo que más me gusta que es pintar y dibujar. 

Creo que soy muy afortunada de poder encontrar paz y tranquilidad en mi propia casa. En este momento hay infinidades de personas en el mundo que tienen algún trastorno y condición mental y no pueden encontrar esta paz que haga de la cuarentena algo más soportable. Cada persona vive de manera muy distinta sus propios infiernos mentales, pero todas vivimos bajo el mismo estigma. 

Solo porque nuestra condición no se vea a simple vista, no significa que no esté ahí. Tener un trastorno de algún tipo no significa que una esté “loca” o carezca de algunas facultades. Simplemente hace que todo sea más nublado y confuso en nuestros pensamientos y emociones. 

En fin, ahora no solo tenemos que protegernos de nuestra propia cabeza sino también del mundo exterior. 

Espero que ahora que la emergencia sanitaria ha provocado una ansiedad global que afecta a literalmente todo el planeta, pueda servir como una forma de empatizar con aquellas personas que no vivimos así durante una pandemia mundial sino durante todos los días de nuestras vidas. 

*Matilda es tatuadora. La encuentras en su cuenta de Instagram y en Facebook, donde también puedes admirar su trabajo.


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