La sensibilización como camino a la accesibilidad de las pcd intelectual

Aunque sea un ritmo que en ocasiones se antoja lento, muy lento, el país ha cambiado en favor de la accesibilidad. Pero mientras se avanza en los ajustes razonables en espacios públicos, ¿qué pasa con la empatía y sensibilización del factor humano?

Por Alma Fernández*

Soy pedagoga, desde el 2008 mi ejercicio profesional se ha concentrado en las personas con discapacidad intelectual, principalmente con jóvenes y adultos dentro de programas de vida independiente que tienen como principal objetivo: favorecer la calidad de vida y la óptima inclusión social de las personas que viven con esta condición.

Desde la trinchera en que hago mi trabajo he encontrado que una palabra permea este objetivo: “Sensibilizar” y que es otra la que en últimos tiempos hemos hecho parte del reto de inclusión social de la discapacidad en general: la “Accesibilidad”; ambas contenidas en la Ley de Accesibilidad que entró en vigor en enero de 2017 en la Ciudad de México, en la que vivo y en la que puedo observar y ser partícipe de su puesta en marcha.

Los cambios empiezan a manifestarse, las dependencias públicas y privadas comenzaron a hacer lo propio para convertirse de poco en poco en espacios accesibles, cambios estructurales se realizaron y empiezan a contemplarse como fundamentales en el diseño de un nuevo espacio, la señalización táctil y visual aparece como parte importante de la adecuación de estos espacios; ajustes razonables y ayudas técnicas mencionadas en la ley de Accesibilidad se vuelven una constante gradual que motiva y alienta a las personas con discapacidad.

Como parte de esta flecha que apunta a la Accesibilidad era y sigue siendo necesario hablar de sensibilizar; es a través de campañas y acciones concretas que buscan como principal objetivo informar, que podíamos abrir la conversación sobre la accesibilidad como un derecho, hasta aquí el escenario es prometedor, sin embargo, ¿qué nos está faltando?

Conceptualizar la labor de sensibilizar desde un criterio emotivo no deja mucho marco de acción. Es a través de concebir el sensibilizar como la tarea de “generar empatía” que podemos acercarnos a que ahora, instituciones públicas y privadas inviertan en un factor que se nos está escapando: el factor humano.

En escenarios diversos, voluntades y esfuerzos se van sumando a construir y dar forma a espacios accesibles para todos, pero lo cierto es que en todos esos espacios comienza a sobrar información y a faltar comprensión.

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En mi labor profesional me he encontrado en situaciones, especialmente dentro de museos y recintos culturales, en los que la intervención en infraestructura accesible es notable, pero la intervención del personal es limitada. Sucede que todos comienzan a comprender la obligatoriedad de facilitar el acceso en igualdad de condiciones al público en general y al público con discapacidad, pero el reto comienza cuando esa persona, guía, personal de atención al público, tiene toda la intención pero no sabe el cómo y ese cómo también debe empezar a formar parte de las campañas de sensibilización que acortan el camino a la accesibilidad en estos escenarios y en muchos otros de las personas con discapacidad, muy en específico de la discapacidad intelectual.

Me atrevo a afirmar con base en mi experiencia, que ninguna campaña de sensibilización tendrá un impacto positivo si nos centramos en el factor de describir las limitaciones cognitivas de una persona con discapacidad intelectual, cuando en la práctica tengo a la persona accediendo libremente a un servicio, conozco las características de su condición y no sé cómo tratarla.

Aparece entonces el hueco enorme que imposibilita la accesibilidad de las personas con discapacidad intelectual, principalmente de jóvenes y adultas, cuando desde una perspectiva sensible pero emotiva son tratados como niños, situación que atenta notablemente a la dignificación de su persona y la aceptación y visibilización de su condición.

Pongo este tema en la mesa porque me es necesario generar conversación puntual al respecto, porque soy pedagoga y, preocupada por las dinámicas de enseñanza-aprendizaje, me urge que comencemos a voltear a ver de qué manera podemos trabajar en campañas que sí sensibilicen no desde la carga emotiva, sino desde la informativa y práctica. Me compro el paquete de la labor de generar cambios pequeños que impacten y que generen cadenas de éxito. Mi sueño sí es que todos podamos contar con elementos para aportar a la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual. El reto es grande. 

En términos prácticos, la “empatía” se entiende como el reconocimiento de los pensamientos, sentimientos y emociones del otro; en mis términos aspiracionales la “empatía” es el camino que acerca mi realidad a la del otro.

Motivar ese tipo de empatía en las personas debe convertirse en eje rector de la sensibilización necesaria que nos encamine a la accesibilidad prometida.

*Alma Fernández Crispín es licenciada en Pedagogía y Orientadora Familiar por la UNAM- FES Acatlán. Desde 2008 trabaja con personas, jóvenes y adultas, en condición de discapacidad intelectual y sus familias en programas de vida independiente que buscan su inclusión social y la mejora en su calidad de vida. Ha ocupado cargos de Coordinación de Actividades Recreativas y Socioculturales. Actualmente es coordinadora de Vinculación Institucional en el Centro de Capacitación para la Vida Independiente, CCAVI A.C. Correo: almaf19@hotmail.com

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