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Infancia -con discapacidad- no es destino

Los 3.5 millones de niños y niñas con discapacidad que viven en México requieren servicios y políticas públicas que los apoyen para romper el círculo vicioso de pobreza y marginación.

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28 de abril de 2023

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María Elena Esparza Guevara

En México, hay 3.5 millones de niños y niñas que viven con discapacidad. Y este también es su mes.

Estamos ante una oportunidad, en el contexto de la conmemoración del 30 de abril, para visibilizar las privaciones cotidianas a las que se enfrentan y que afectan su acceso a los derechos establecidos desde 1924 en la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño, elaborada por Eglantyne Jebb, fundadora de Save the Children Fund. 

Cuando se agrega la discapacidad de nacimiento o adquirida a las vulnerabilidades que acechan a las infancias a nivel global -malnutrición, brecha educativa, condiciones insalubres, entornos violentos- la situación se complejiza: desde la falta de mecanismos de inclusión social o un sistema de cuidados hasta ausencia de empatía en el espacio familiar, comunitario e incluso médico.

Según cifras del censo de población del INEGI 2020, las niñas y niños con discapacidad representan el 9.2 por ciento del total de la población infantil en México. Estudios de UNICEF, el fondo creado por la ONU en 1946 para atender a este grupo etario, han detectado datos alarmantes: las y los menores con discapacidad son tres veces más propensos a presentar sobrepeso por mala alimentación que aquellos sin discapacidad; sólo el 31 por ciento recibe estimulación temprana entre los 2 y los 5 años, muchos no tienen acceso a la educación media o superior y son más susceptibles a ser víctimas de violencia familiar.

Cuando esto se proyecta a lo largo del tiempo y se analizan sus historias en la edad adulta, no sólo hablamos de un sector de la población alejado de oportunidades laborales sino de uno en mayor riesgo de caer en condiciones de pobreza, especialmente si al morir sus cuidadores principales ya no encuentran cómo cubrir esta necesidad por falta de infraestructura pública para esos fines.

No sólo es un reto en economía o salud física. En términos de salud mental, según el reporte “Ser vistos, ser contados y ser incluidos” de UNICEF, las niñas y niños con discapacidad tienen 51 por ciento más probabilidades de sentirse infelices, 41 por ciento de sentirse discriminados y 32 por ciento más de sufrir castigos corporales graves

Omitir de la agenda pública, política, mediática y social este panorama es desconocer una parte de la realidad. Infancia también es discapacidad, pero contrario a lo que decía Freud, no es destino. Si actuamos a tiempo, ellas y ellos podrán gozar de su crecimiento en un entorno sin estigmas, prejuicios ni brechas.

Por María Elena Esparza Guevara*

* María Elena Esparza Guevara es fundadora de Ola Violeta AC y activista por el derecho a la conciencia corporal. Doctoranda en Historia del Pensamiento por la UP y Maestra en Desarrollo Humano por la Ibero. @MaElenaEsparza

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