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Hombres que cuidan: existen y hay que nombrarlos

Aunque los hombres cuidadores deben ser reconocidos y ser sujetos de cuidado, generalmente son minimizados y hasta etiquetados con calificativos que los subestiman y relegan.

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11 de abril de 2023

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Sabina Itzel Hermida

Soy hija de un hombre cuidador, mi papá Alejandro Hermida tuvo un hijo y dos hijas, una de ellas con discapacidad intelectual; él me enseñó muchas cosas sobre el amor y el respeto a la diversidad, me enseñó que los hombres también cuidan, enfrentan una sociedad poco empática hacia el trabajo de cuidados y dedican su vida al bienestar de otro u otros.

Un elemento imprescindible para desfeminizar el trabajo de cuidados y luchar por la corresponsabilidad, es visibilizar a los hombres cuidadores y las violencias que enfrentan; antes de que yo me volviera la cuidadora de mi hermana Amparo, mi papá hacía ese trabajo, renunció a su vida profesional como maestro y periodista para dedicarse durante más de 15 años a atender, acompañar y paternar a mi hermana con síndrome de Down; demostrando así que cuidar es una labor que nos toca a todos. 

En mi familia nos hemos turnado la responsabilidad del cuidado, la estafeta la tiene ahora la mamá de Amparo, quien se ha convertido en su cuidadora 24/7.

Es urgente y necesario escuchar y exponer los testimonios de ellos, son menos que las mujeres pero también existen; les comparto la experiencia de uno de ellos quien nos narra sus vivencias en primera persona:

“Mi nombre es Diego, tengo 35 años, soy cuidador de mi madre, una persona con secuelas de Enfermedad Vascular Cerebral (EVC) y artritis reumatoide.

Han pasado dos años y medio desde la muerte de mi padre, quien me ayudaba con el cuidado de mi madre y nos dividíamos las tareas entre los dos; con el pasar de los años las cosas se han ido complicando pues como cualquier ser humano común y corriente tengo compromisos y responsabilidades que atender las cuales he desatendido por estar al pendiente de mi madre.

Busqué una persona que me ayudara a reducir un poco esa responsabilidad para yo poder llevar mi vida en un 50 por ciento normal, pareciera que la situación ha mejorado pero la realidad es que sigo teniendo la misma presión, sigo teniendo las mismas responsabilidades y no soy dueño de mi vida, de mi tiempo, ni de mi espacio.

El carácter de mi madre es fuerte, quizá pudiera ser comprensible por la condición en la que se encuentra (con una movilidad en un 30 por ciento), pero no se justifica. Pareciera que quisiera controlarme por completo, pasando de ser la víctima de su enfermedad a victimaria, mi victimaria, ella argumenta que no comprendo su condición, no la apoyo y no estoy ahí cuando me necesita, constantemente me dice “ENTONCES ¿PARA QUÉ ESTÁS AQUÍ?», haciéndome sentir como si fuera un monstruo, es doloroso e hiriente, pero tristemente ha jugado tanto con mi mente que me lo empiezo a creer.

No quiero justificar mis malas acciones ni contestaciones y en algunas ocasiones hasta mis malos tratos, pero llega un punto en el cual es tanta la presión que exploto ante su incomprensión e intolerancia hacia mí.

Cada que suena el teléfono y mi madre contesta, se queja amargamente de mí diciendo en pocas palabras que soy el peor hijo del mundo, lo exagera tanto y lo actúa tan bien que la gente se lo cree aun conociendo su carácter. Ante ese grupo de gente “cercana”, he quedado como un hijo despiadado y eso también duele, pero realmente no es algo que me quita el sueño.

Me pregunto: ¿en dónde están ellos?, ¿quién está aquí?, ¿quién ha tenido la mínima intención de apoyar?  Lógicamente NADIE, pues al final NADIE, quiere aventarse este compromiso ni esta responsabilidad.

¿Alguno de ellos se ha acercado a mí con la intención de preguntarme cómo estoy y cómo me siento? NO

Me he dado cuenta de que yo no tengo derecho a enfermarme, a sentir cansancio, a tener un tiempo, modo y lugar de paz, a un momento para encontrarme conmigo mismo, para salir a distraerme, para convivir con la sociedad y para vivir la vida real, la que está ahí afuera en las calles.

Día a día yo solo miro la vida pasar a través de la ventana y me doy cuenta de que estoy perdiendo mucho. Aclaro que no me quejo, porque realmente es algo que estoy haciendo de corazón, y aunque fuera por compromiso, lo tengo que hacer porque si no soy yo ¿quién? Mi herida va creciendo con el paso del tiempo, sufro por no recibir ese reconocimiento por no tener ese apoyo de la gente que se supone está cerca de ti.

Es una vil mentira cuando te dicen “cuenta conmigo para lo que sea”, “aquí estamos para lo que se ofrezca”, es inútil escuchar esas frases y palabras huecas como “échale ganas”, “no estás solo”; por supuesto que uno le va a echar ganas porque esta vida es para los chingones.  Estás solo, pero te das cuenta que has vivido rodeado de gente falsa, hipócrita e interesada que solo está ahí cuando necesita algo de ti; en cambio cuando tú los necesitas se dan media vuelta y se van.

Ser cuidador es una gran responsabilidad que no cualquiera puede tener, porque dudo que estén dispuestos a ese desgaste físico, mental, emocional y espiritual.

En estos puntos y líneas solo he manifestado cómo me siento tratando de liberarme de toda esa carga, sacando de mi mente aquellos pensamientos que me han hecho creer que realmente soy un monstruo; con todo el amor del mundo les comparto esto y ojalá las personas a las que cuidamos, lleguen a comprender que nosotros los cuidadores nos estamos acabando más rápido que ellos; ellos están monitoreados, atendidos y nosotros estamos listos para cubrir cualquiera de sus necesidades 24 horas los 7 días de la semana ¿Y nosotros?

He caído en depresión son síntomas de ansiedad, me he descuidado físicamente, he descuidado mi trabajo, a mis amigos y mis relaciones debido a mi responsabilidad como cuidador; cuando la gente del exterior te voltea a ver, y te dicen “te veo descuidado”, “estás hecho un marrano”, “ya no eres el mismo de antes”, quisiera que se pusieran en mis zapatos antes de juzgar y criticar. En esos reducidos tiempos del día en los que logro tener un poquito de paz me pongo a pensar si algún día podré cumplir mis metas y realizar mis sueños, es tan devastador creer que tu vida se fue a la mierda, tratar de darle un sentido a tu vida y buscar una respuesta la cual solo el tiempo te dará.

¿Realmente vale la pena seguir viviendo?

¿Realmente vale la pena seguir luchando?

¿Realmente vale la pena seguir aquí?

Estas preguntas que pasan por mi mente son como fantasmas qué rondan en mi cabeza.

Gracias por leerme, por comprenderme y no juzgarme”.

La historia de Diego no es extraordinaria, él no es el único hombre que se hace cargo del sostén y cuidado de otra persona; sin embargo, el sentimiento de hartazgo y desesperación sí es común en todos los cuidadores. Cuidar 24/7 implica renunciar al tiempo propio, dejar de lado tus sueños, ilusiones y proyectos y, si aparte de ser cuidador primario, debes sostener económicamente a tu familia la situación se agrava.

En México, cuidar significa precarización, invisibilización y discriminación; recuerdo escuchar a gente decir que mi papá era un “mantenido” que “no trabajaba” y no “hacía lo que un hombre debe hacer”, comentarios hechos aun sabiendo que se acompañaba a mi hermana en todas sus actividades, terapias, citas médicas, etc. A ellos, el machismo y los estereotipos los someten y atraviesan tanto como a nosotras.

Así como se asume que a las mujeres nos toca y debemos cuidar por el simple hecho de ser mujeres, asimismo se rechaza la idea de que un hombre cuide, porque ellos deben ser “el sostén del hogar”. En ambos casos hay un sistema de opresión profunda al cual derrotar.

Es importante decir que el sistema patriarcal nos afecta a todos, que el machismo nos ha marcado a todos y que hablar de cuidados nos obliga a visibilizarlos en todas sus manifestaciones, modalidades, magnitudes y territorios; los hombres cuidadores deben ser reconocidos, también son sujetos de cuidado y deben estar bajo la protección de lo que esperamos sea el Sistema Nacional de Cuidados.

Convoco a los hombres que cuidan, a levantar la voz y exigir sus derechos uniéndose a los movimientos y colectivos defensores del derecho al cuidado digno y el tiempo propio. 

Por Sabina Itzel Hermida Carrillo / Colectivo Educación Especial Hoy 

Dedicado especialmente a Diego, quien confió en mí y me permitió ser el conducto para contar su historia. Gracias a mi papá, a Jhona y a todos los hombres que inspiran, cuidan y paternan con afecto y conciencia.

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