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Te quiero… ¿mientras trabajes?

Cada 30 de marzo es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar y, pese a la actividad que desempeñan, forman un segmento al que no se toma en cuenta y cuya invisibilidad aumenta cuando adquieren alguna discapacidad.

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29 de marzo de 2023

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María Elena Esparza Guevara

Barrer, cocinar, planchar, limpiar… un día, toda la semana, dos meses, treinta años. Así se pasa la vida de las trabajadoras del hogar que realizan su labor mayormente lejos de sus derechos laborales básicos, como estar registradas en el IMSS.

Únicamente el 5 por ciento de las 2.3 millones de personas que se dedican a esta actividad en nuestro país tienen acceso a servicios de salud y el 97 por ciento trabaja sin contrato, según datos del gobierno federal.

La sociedad normaliza que sean “como de la familia”, pero evade la responsabilidad que implica emplear a alguien que se encargue de las labores domésticas y de cuidado.

Aunque el Diagnóstico de los Derechos Humanos de la Ciudad de México revela que la mayoría tiene entre 16 y 29 años de edad, el problema asociado a la brecha de sus derechos se agrava cuando se presentan situaciones discapacitantes o simplemente pasan los años y la trabajadora —nueve de cada 10 son mujeres, de acuerdo al INEGI— envejece. Deja, entonces, de ser como de la familia.

Sin posibilidad de pensión, atención médica y mucho menos de acompañamiento psicológico para esa nueva etapa de la vida, sea alguna discapacidad o los males propios de la edad, se enfrenta a una nueva intersección de vulnerabilidad, tan invisibilizada que no es posible encontrar información abierta sobre cuántas de ellas viven alguna de estas condiciones.

Cada 30 de marzo es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, una oportunidad para poner sobre la mesa todos los pendientes relacionados con actividades que, a pesar de aportar 26.3 por ciento del PIB nacional, pagan un lastre de los roles de género: cuidar la casa le toca a la mujer.

Tanto el Estado como quien las contrata deben garantizar el ejercicio de sus derechos para laborar en un entorno libre de acoso, violencia o explotación, y acceder a condiciones que garanticen su retiro o su cuidado en caso de alguna discapacidad adquirida por accidente.

El problema no se limita a México. La Organización Internacional del Trabajo revela que Brasil, Argentina y Paraguay son líderes en número de trabajadoras del hogar en condiciones de informalidad, es decir, sin seguro social ni contrato que las proteja ante despido injustificado, falta de pago o sobreexplotación. 

Uruguay y Chile han impulsado normativas para garantizar que accedan a sus derechos laborales y a la seguridad social. La Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México, encabezada por José Luis Rodríguez Díaz de León, en alianza con el Centro Nacional para la Capacitación Profesional y Liderazgo de las Empleadas del Hogar de Marcelina Bautista, ha sido pionera en nuestro país en la promoción de condiciones justas para ellas. 

Pero no todo le toca al gobierno y las organizaciones de la sociedad civil. En este caso, literalmente, el cambio empieza en casa: si colabora contigo una trabajadora del hogar, regularízala y hazte responsable como empleador o empleadora de su seguridad social. Sin medias tintas; ya si además de eso las sientes como de la familia, habrá doble ganancia.

Por María Elena Esparza Guevara

La autora es fundadora de Ola Violeta AC, desde donde trabaja por el derecho a la conciencia corporal de niñas y mujeres, y es Consejera en Género del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX. Doctoranda en Historia del Pensamiento en la UP, Maestra en Desarrollo Humano por la Ibero y egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres en la Universidad de Oxford. Su buzón de twitter está disponible en @MaElenaEsparza

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