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Fotografía de Bárbara Anderson.Fotografía de Bárbara Anderson.

500 razones para ayudar

Hasta el 18 de julio, APAC tiene en marcha una campaña de recaudación para poder seguir dando terapias y educación a sus bebés, niños, jóvenes y adultos con parálisis cerebral.

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15 de julio de 2021

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Teresa Peón y Nava

Por Bárbara Anderson

Cada día, desde hace 51 años la Asociación Pro Personas con Parálisis Cerebral es el lugar donde miles de personas con esta condición encontraron donde estudiar de preescolar a preparatoria, donde rehabilitarse, donde aprenden a llegar a tener una vida más independiente y hasta logran una salida laboral en la panadería de la institución. 

Fundada hace 51 años por Carmelina Ortiz Monasterio de Molina, este espacio que era para su hija se convirtió en el destino de miles de otros hijos. 

El mío incluido. Y el ‘incluido’ debe estar en letras negritas: porque sí es un lugar donde Lucca a sus 7 años, que fue la edad con  la que llegó, sí logró integración.

Probamos otras opciones de escuelas ‘incluyentes’ donde él y su hermano Bruno pudieran compartir colegio (como comparten todo el resto de su vida). Pero no existe tal cosa incluso en las escuelas que ponen incluyente en su plan de estudios. 

La única vez que lo vi reír con sus compañeros de salón fue en APAC. 

El día que lo dejé para que ‘probara’ si era su nueva escuela, Bruno no lo quiso dejar solo. Nunca lo deja solo, menos en un lugar nuevo con gente nueva. 

Cuando regresé horas más tarde, no pude dejar de llorar al ver a Bruno bailar al centro de una ronda de sillas de ruedas en el recreo donde todos reían: Lucca, Mateo, Ingrid y Jesús. 

En medio de la colonia Doctores palpita un corazón único lleno de historias invisibles que solo necesitan un ‘canal’ para manifestarse. Hay chicos que escriben con un tablero con tarjetas, otros con botones electrónicos que activan con los ojos para usar computadora, o hasta con un palito adherido a su pera para poder teclear un teclado y escribir cuentos (como Angie, que hoy es de las primeras mujeres egresadas de APAC que estudia la Licenciatura en Literatura en Casa Lamm). 

Hace unos días, la organización Blablarte les dio a todos un curso vía ZOOM de arte: hablaban de Picasso y luego tenían que hacer su propia obra. He llorado tanto en cada clase escuchando lo que cada uno de ellos pintaba (“este es un mar enorme. Yo no conozco el mar pero mi mamá, que falleció en la pandemia, tenía una postal de una playa en su buró”; “he pintado estos puntos amarillos como los que hacía Yayoi Kusama, porque nosotros somos puntitos que necesitamos de muchos puntos a nuestro alrededor para poder comer, caminar o escribir. Todos necesitamos puntos que nos ayuden”, explicaba con mucha dificultad pero enorme sabiduría Martín). 

APAC, como todas las organizaciones de la sociedad civil está pasando por un mal momento: por un lado el confinamiento que elevó los gastos para atender a los niños en sus casas y dar clases a distancia -cuando 7 de cada 10 no tenía ni computadora ni internet en marzo de 2020- y por el otro la urgencia de las empresas y muchos de los donadores individuales de enfocar las ayudas a la pandemia. 

Pero con o sin coronavirus, estas 500 personas necesitan seguir sacando su talento, aprendiendo y accediendo a su derecho más primario: la libertad. 

En el Patronato (del que formo parte) logramos el enorme apoyo de Fernanda Familiar, quien salió a buscar periodistas, artistas, cantantes y deportistas para invitar entre el 12 y 18 de julio a donar dinero para garantizar un regreso a clases -presencial o no- pero seguro. 

Los invito a conocer esta organización, y de paso a que hagan un aporte. 

Sé que ahora ‘no es sexy’ apoyar a las organizaciones de la sociedad civil. Pero eso es un mito que debemos desterrar: son estos espacios sin reflectores donde las cosas sí ocurren. Son estas instituciones sin flashes ni portadas en los medios donde se cambian vidas. 

Porque todos necesitamos de puntitos a nuestro alrededor siempre. 

No importa la discapacidad, importa la intención de saber que 500 familias tienen un lugar digno donde sus hijos puedan acceder a esos derechos tan olvidados como el de estudiar y procurar su bienestar.