Logotipo de Yo También
Foto de Pablo a los seis años y medio de edad. Aparece sentado en el comedor de su casa. Lleva lentes y mira a la cámara.Foto de Pablo a los seis años y medio de edad. Aparece sentado en el comedor de su casa. Lleva lentes y mira a la cámara.

¡Mamás, papás!, hablemos de la dispraxia

La dispraxia es un trastorno del neurodesarrollo poco conocido y difícil de diagnosticar que puede afectar la motricidad, el lenguaje y, por ende, el proceso de aprendizaje de los niños y niñas que lo tienen.

Ícono de calendario

23 de octubre de 2020

Ícono de autor

Conversa

Por Regina Moctezuma

En 2008, Daniel Radcliff, el actor que da vida a Harry Potter, compartió por primera vez de manera pública que tiene dispraxia, un trastorno del neurodesarrollo que puede afectar la coordinación motriz y el lenguaje, así como tener implicaciones sensoriales.

Dicho de manera sencilla, “el cerebro procesa la información y envía estímulos para realizar acciones, pero parte de ellos pueden perderse o no enviarse”, explica un artículo publicado por el Instituto de Educación para la Paz y el Desarrollo Sostenible Mahatma Gandhi de la UNESCO. 

Si bien la confesión del hechicero favorito de niños y grandes fue un parteaguas para visibilizar la dispraxia, es un trastorno poco conocido y difícil de diagnosticar que suele confundirse con déficit de atención.

“Este tipo de trastornos primero se estudiaron en niños con discapacidad como autismo o síndrome de Down, o algún otro desorden neurológico, y hace unos 10 años se empezó a estudiar en niños con sistemas neurológicos dentro de parámetro”, señala la neuróloga pediatra, Erika Rivera Muñoz, y explica que la dispraxia puede tener un origen neurosensorial, motor o mixto.

  • Neurosensorial: Intolerancia a la textura de ciertos alimentos (yogurt), al roce de ciertos textiles u objetos con la piel (etiquetas), a sonidos fuertes o agudos (licuadora o silbato).

  • Motor: Dificultad en la coordinación de actividades de motricidad gruesa (patear o lanzar una pelota) o fina (amarrarse las agujetas, agarrar cosas con pinzas). Tropezar con facilidad o tirar objetos a su alrededor. 

  • Mixto: Las afectaciones al lenguaje y la lecto-escritura resultan de la mezcla de ambos orígenes.

Durante los primeros 6 años de vida se da el mayor número de conexiones neuronales, las cuales sientan la base para el aprendizaje posterior. “En los casos de dispraxia, estas conexiones son insuficientes. No se da la coordinación entre los dos hemisferios cerebrales”, explica la doctora Rivera.

No es falta de atención ni torpeza, es dispraxia

Cuando Pablo tenía dos años y medio, su maestra de maternal les comentó a sus padres que le llamaba la atención que no hablara aún. “Solamente decía ‘oh-oh’, pero se expresaba de manera corporal y así se daba a entender. Era un niño tranquilo que por lo general podía seguir instrucciones sencillas”, recuerda Verónica Mondragón, su mamá. Consultaron al pediatra, quien les recomendó esperar a que cumpliera tres años pues había sido común que Pablo alcanzara los hitos de cada etapa (sentarse, gatear, caminar) justo el día después de la fecha límite para lograrlos, así que no sería una sorpresa que al cumplir los tres años “se soltara como merolico”, dice Verónica.

El pediatra recomendó que Pablo tomara terapia de lenguaje, en lo que coincidió la directora del preescolar e hizo especial énfasis en descartar que se tratara de un tema emocional. 

Así lo hicieron durante los siguientes seis meses hasta que llegó la fecha prevista. Pablo cumplió tres años y no se soltó hablando como esperaban. “Decía muy pocas palabras completas, pero sin intención o continuidad”, recuerda Verónica. Entonces el pediatra recomendó pedir la opinión de un neurólogo.

Siguieron meses de distintos tipos de terapia (lenguaje, ocupacional y física), consultas médicas con distintos especialistas, decenas de estudios e incluso diagnósticos errados, entre ellos, sordera. No parecía ser un tema físico ni emocional, por lo que la neuróloga de Pablo recomendó realizar un mapeo cerebral para medir la cantidad de energía que generaba su cerebro.

Los resultados del estudio mostraron que la actividad cerebral de Pablo era muy intensa. Les explicaron que había tanta actividad cerebral que, aunque su cerebro le diera la instrucción de decir ‘Hola’, esa instrucción se perdía. “Puede ser muy desesperante para los niños con dispraxia porque sí perciben la instrucción, pero al momento de procesarla ya no la comprenden o ejecutan como ellos desean”, detalla la doctora Rivera. De hecho, es común que las personas con dispraxia logren comprender otros idiomas, pero se les dificulte hablarlos. 

A los 3 años con 8 meses Pablo fue correctamente diagnosticado con dispraxia verbal, también conocida como orofacial. ¿El tratamiento? Mucha estructura, terapia de lenguaje y ocupacional, karate y natación para trabajar en su coordinación, enfocar su fuerza y liberar energía.

A sus 6 años y medio, Pablo cursa preprimaria en un colegio y grupo regular. Está aprendiendo a leer y a escribir, y es “un as en el patín del diablo”, cuenta su mamá, quien comparte su historia con el ánimo de visibilizar y hacer comunidad en torno a un trastorno común que pocos médicos logran diagnosticar. Pablo ya empezó a hacer lo suyo: hace dos años, en la ceremonia escolar para conmemorar el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, compartió con sus compañeros lo que desde sus zapatos significa la dispraxia.

Banderas de aviso

Erika Rivera, neurólogo pediatra, recomienda estar atenta al desarrollo de algunas habilidades que, en caso de no alcanzarse oportunamente, podrían ser señal de dispraxia u otro trastorno del neurodesarrollo. 

Antes de los siguientes límites de edad, el niño o niña debe:

  • 9 meses > Balbucear

  • 12 meses > Decir palabras sencillas como no, agua, leche, aquí y señalar y ponerse de pie con ayuda 

  • 18 meses > Caminar y conocer alrededor de 10 palabras

  • 24 meses > Seguir instrucciones simples y conocer alrededor de 50 palabras

  • 3 años > Conocer alrededor de 150 palabras y diferenciar los colores primarios

  • 4 años > Conocer alrededor de 250 palabras y diferenciar números (1 al 10)

  • 5 años > Conocer las vocales 

Las banderas de aviso de cada etapa del neurodesarrollo están detalladas en el libro DSM-5 publicado por la American Psychiatric Association. 

Observa a tu hijo o hija para poder consultar a su pediatra en caso de notar retraso en una o más de estas habilidades.


*Las notas relacionadas en este texto, que están fuera del sitio yotambien.mx, no necesariamente contienen un lenguaje inclusivo, o cumplen con criterios de accesibilidad web, compatibles con el uso de tecnologías de apoyo para pcd. yotambién.mx no es responsable de lo que publican estos sitios de referencia.