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Fotografía de una mujer con sindrome de down sentada en en sillon junto a una mujerFotografía de una mujer con sindrome de down sentada en en sillon junto a una mujer

La discapacidad intelectual y su fatal relación con COVID-19

Una investigación realizada en Estados Unidos reveló que la letalidad del virus se duplica en aquellas personas con discapacidad intelectual, parálisis cerebral o síndrome de Down. Condiciones de salud previas y falta de presupuesto a su atención en la pandemia son la respuesta de esta terrible estadística

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12 de junio de 2020

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Bárbara Anderson

Por Bárbara Anderson

Según una reciente investigación realizada en Estados Unidos, las personas con discapacidad intelectual y autismo tienen más posibilidades de morir a consecuencia de COVID-19.

La investigación revelada por la National Public Radio (NPR) muestra cómo en Pensilvania, por ejemplo, las personas con alguna de estas condiciones que contrajeron el virus tuvieron el doble de tasa de letalidad que el resto de los pacientes sin discapacidad. 

En Nueva York, el estado con más muertes por COVID-19, las personas con discapacidades del desarrollo mueren a un ritmo 2.5 veces mayor que otras personas sin discapacidad que contraen el virus.

Los números en Pensilvania fueron recopilados por la Oficina de Programas de Desarrollo del Departamento de Servicios Humanos que lleva las estadísticas tanto de aquellas personas que viven en sus propios hogares como quienes están en instituciones públicas. En esa ciudad, hasta el 2 de junio, habían 801 casos confirmados y 113 muertes entre personas con discapacidad intelectual y autismo. 

En Nueva York, el epicentro de la pandemia en Estados Unidos, la Oficina del Estado para Personas con Discapacidades de Desarrollo recopiló que 2,289 personas con discapacidad intelectual o autismo dieron positivo en las pruebas de COVID-19 y de ellas, 368 fallecieron.

En NPR entrevistaron al respecto a Scott Landes, profesor asociado de Sociología en la Escuela de Ciudadanía y Asuntos Públicos Maxwell de la Universidad de Syracuse para tratar de entender las razones de esta disparidad en los índices de letalidad. Su trabajo se publicó el mes pasado en la revista Disability and Health Journal (inglés).

 “La alta tasa de mortalidad es inquietante, pero no es sorprendente», afirma Landes quien personalmente ha estado recopilando datos de grupos de investigación estatales y privados. “Sobre todo aquellos que viven en hogares públicos o instituciones estatales son más propensos, cuatro veces más, de contraer COVID-19 que la población general y si se contagian, tienen el doble de probabilidades de morir por los efectos de este virus».

Para poner en contexto, en el caso de Estados Unidos este índice de letalidad es más alto que el que tienen otras minorías como hispanos y afroamericanos.

El estudio examinó los registros médicos de 30,282 personas que dieron positivo en COVID 19, incluidos 474 personas con discapacidad del desarrollo e intelectual, parálisis cerebral y síndrome de Down.

Entre las personas de 18 a 74 años con COVID-19, el grupo de investigadores encontraron que la tasa de mortalidad fue del 2.7% versus  4.5% para las personas con alguna de estas condiciones de discapacidad.  Es decir que “según las tasas de mortalidad de casos que informamos entre los 18 y 74 años, si 100,000 personas con discapacidad intelectual o del desarrollo contrajeron COVID-19, esperaríamos la muerte de 4,500 de ellos», dijo Scott Landes. “Comparativamente, en un grupo de 100,000 personas sin discapacidad, la tasa de letalidad indicaría que de ellos,  2,700 murieran. Hay una diferencia de 1,800 muertes y en mi opinión eso es inaceptable”, agrega el investigador en su informe. 

¿Por qué tener una discapacidad intelectual es un factor de riesgo? 

En la entrevista con NPR, Scott Landes explica que hay dos razones detrás de las altas tasas de mortalidad: 

  1. Las personas con discapacidades del desarrollo o intelectuales tienen muchas más probabilidades de tener una condición de salud preexistente (como una enfermedad respiratoria) lo cual aumenta su riesgo ante este virus. 

  2. Muchas personas con estas condiciones viven (como sucede con las personas mayores) en instituciones u hogares donde comparten con otros compañeros tanto su cuarto como el personal de atención. Landes señala que entre el 13% y el 20% de las personas con discapacidad intelectual viven en instituciones versus el 6% de las personas mayores de 65 años. 

Según estadísticas de Medicare y Medicaid, alrededor de un tercio de todas las muertes por COVID-19 en Estados Unidos ocurrieron dentro de un asilo (31,782 fallecimientos). 

Una de las razones de los altos contagios es que estas instituciones no son consideradas dentro del mapa de ‘hospitales’ con lo cual no accedieron en primera instancia a material de protección de los trabajadores de estos centros de atención. Incluso los sueldos de este personal es muy bajo y tienen que compartir sus horas con la atención en otros centros donde pueden ‘llevar y traer’ el virus. 

Los empleados de los centros de atención de personas con discapacidad tienen los sueldos más bajos del sector: unos 20,000 dólares al año, según publicó la asociación New York Disability Advocates. Este ingreso los obliga a usar el transporte público y muchas veces a no contar con productos adecuados en sus hogares ni tener una alimentación saludable. 

La letalidad del COVID- 19


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