El hoyo negro
Angélica Delgado Aguillón, quien tiene parálisis cerebral, es la autora de este cuento y está por iniciar sus estudios de Literatura.
4 de septiembre de 2020
Conversa
Había una vez una niña llamada Carmela.
Quería regalarle a su mamá algo muy especial. Ella pensó que abajo de la escalera estaba lo que le había regalado a su mamá en Navidad, una bufanda larga de muchos colores.
Como su mamá era muy alegre, se le había perdido la bufanda, luego perdió las llaves, luego los aretes y muchas cosas más; había perdido hasta las cebollas cuando estaba cocinando.
De pronto, apareció un duende de color verde con los ojos amarillos.
Carmela le preguntó: “¿y tú quién eres? ¿qué haces por aquí?”.
El duende contestó: “soy un duende que tenía tu mamá, pero me perdió cuando ella era chiquita”.
Carmela le dijo que ella era su hija, y que estaba buscando un regalo muy especial para su mamá. “Quiero regalarle un duende como tú”, le dijo.
El duende contestó: “no, no me regales a ella nunca más, prefiero que me mates, o que me pellizques, que me muerdas, que me vendas, o que tú me ames”.
“¿Por qué me dices todo eso? – dijo Carmela.
El duende contestó: “te voy a platicar; una vez, cuando tu mamá era chiquita, me llevó a su escuela con mis hermanos, uno era rojo, otro azul, otro rayado, y perdió a todos, también perdió a sus muñecas. Tu mamá es muy alegre, pero muy distraída y olvidadiza, por eso no quiero que me regales con ella”.
“Tengo una buena idea para hacer un buen regalo a tu mamá – continuó el duende – pero primero quiero ir con mi hermano, porque va a hacer una fiesta de cumpleaños”.
Carmela preguntó: “pero, ¿cómo llegaste hasta aquí?”
El duende dijo: “vine por un hoyo negro muy grande”.
“Quiero encontrar ese hoyo negro grande”- Carmelita le dijo al duende.
“Nunca te voy a decir cómo hacerlo – contestó el duende – pero te voy a encargar algo. Pon en tu recámara una mesa, a las nueve de la noche, para ir con mis hermanos, porque los extraño mucho”.
Dieron las nueve de la noche, la niña llevó la mesa a su recámara, y el duende apareció muy contento y muy alegre con sus hermanos y le dijo a Carmelita:
“Muchas gracias, cumpliste tu promesa, ahora voy a darte no solo lo que me pediste sino todo lo que quieras”.
El duende le dio a Carmelita muchas cosas para su mamá, le dio una casa, un vestido muy bonito, y le dio la memoria, para que siempre se acordara dónde había dejado sus cosas y nunca olvide nada.
Así vivieron muy felices Carmelita y su mamá.
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