Me casé hace 3 años y medio con José Guadalupe, aunque nos conocimos hace más de 20 años. Por situaciones que aún no me explico (quizá por miedo o por el destino), nuestros caminos se unieron después de tantos años.
Y, al vivir juntos, fue complicado. Al principio adaptarnos a vivir cada uno con nuestra discapacidad; así aprendimos a apoyarnos mutuamente en nuestras limitaciones físicas.
A pesar de que nuestros mundos eran muy diferentes, él músico y yo psicóloga, y otras diferencias culturales, fuimos muy felices, paseábamos, bromeábamos, nos tomábamos fotos a cada rato, me decía te amo diario, me escribía recaditos cariñosos, cortaba flores de cualquier jardinera para dármelas, me cantaba canciones conocidas o inventadas por él.

Y aún con más de 50 años, parecíamos jovencitos de 15 años.
Comprendí que era verdad lo que veía en las películas de amor, que la edad no existe cuando estás con la persona indicada.
Soy muy afortunada de haber tenido un gran esposo a mi lado.
Cada noche agradecí a Dios por haberme dado la oportunidad de habérmelo prestado 3 años con 5 meses y haberlo cuidado hasta el final.
Falleció hace 75 días, no logró abatir la insuficiencia hepática.
Ahora tengo su foto al lado de mi cama, y como él me dijo: “me tengo que ir pero yo estaré siempre contigo; abraza mi almohada y cree que realmente estoy aquí”.
Y eso es lo que hago cada noche.
Creo fielmente en que algún día estaré otra vez junto a mi José Guadalupe.
Por Nancy Belinda González Vargas
Te interesa