Diana creció en una familia con cinco hermanos. Eduardo, uno de ellos, nació con discapacidad intelectual y motora. Cuando eran niños, jugaban al circo y se divertían por horas sin sospechar que ese entretenimiento infantil se convertiría en fuente de trabajo para ellos y muchos más.
“Cuando jugábamos con Lalo al circo, mi hermano Francisco y yo vimos que le llamaba mucho la atención. Desde temprana edad, observé que esto podía ayudarle a desarrollar habilidades psicomotrices; intuía que había algo, aunque no sabía cómo nombrarlo”,
explica Diana Monforte.
Más adelante, Diana entró a la carrera de pedagogía y posteriormente a la maestría de educación especial con enfoque inclusivo. Con todo el conocimiento adquirido, creó, en conjunto con sus hermanos, Circo Inclusivo México, un colectivo en el que participan alrededor de 20 personas con discapacidad (pcd) intelectual y física, síndrome de Down y déficit de atención. Asimismo, participan una intérprete de Lengua de Señas Mexicanas, un tallerista y las mamás de los integrantes con discapacidad.



La mayor parte de los artistas tienen arriba de 25 años (sólo hay un chico de 11 años). Todos, comparte Diana, pensaban que ya se habían jubilado y el circo les demostró lo contrario.
De acuerdo con Diana, la misma naturaleza del circo es “hacer posible lo imposible”. En ese sentido, entre todos buscan cumplir e ir más allá de su objetivo: los malabaristas, por ejemplo, se impulsan a controlar no tres sino cuatro pelotas, el acróbata no sólo da una rodada, sino que practica el salto al tigre.

“Lo que nos une mucho en el circo y lo que ha sido muy fructífero del mismo proyecto es que tenemos la misma pasión y ver hasta dónde podemos llegar. Si una mamá ve que su hijo se sube al aro, llega a su casa y deduce que también puede tender su cama o lavar los trastes. Empieza un cambio total”.
Para lograr estos objetivos y perfeccionar la técnica es necesario entrenar de dos a tres veces por semana más el que se hace de forma individual. Consiste en acondicionamiento físico, desenvolvimiento escénico, así como en preparación antes y después de cada función. Además, cuidan mucho sus hábitos alimenticios.
“La discapacidad se potencializa porque es un constructo social; buscamos romper con la idea que se tiene acerca de la discapacidad y transmitir la pasión por lo que hacemos”.
Nuevos espacios hacia la diversidad
Desde los malabares, el aro o la cuerda, los números que integran este espectáculo tienen gran aceptación entre el público.
“El circo inclusivo ha sido bien recibido, ya que rompe con la estructura y la visión hacia las pcd. Las posibilidades de esparcimiento hacia este sector de la población son pocas y queremos que se abran espacios hacia la diversidad”.



Además de la sensibilización constante, apunta, el mayor reto de hacer este trabajo es la gestión y el tiempo invertido para que los resultados sean tangibles.
Al ser un proyecto autogestivo, subraya, no es fácil tener los recursos económicos para sostenerse, por lo que a veces ingresan solicitudes de becas.
“De por sí es difícil dedicarse al arte, además padecemos también por la falta de pago hacia todo el trabajo que hacemos”.
Uno de los anhelos de Circo Inclusivo México es viajar al extranjero para presentarse en distintos foros. Además, les gustaría retomar las giras que hacían al interior de la República Mexicana antes de la pandemia.

“Nos emociona cada función y gira que hacemos. Cuando hay un logro nuevo o descubrimos una nueva habilidad, son momentos muy emotivos. Somos un equipo de trabajo que nos ayuda muchísimo”, asegura.
Numeralia
- El Circo Inclusivo México nació en 2017
- Participan alrededor de 20 artistas
- Duración aproximada de la función: menos de dos horas
Por Karina González Fauerman | Fotografías Cortesía: Circo Inclusivo México
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