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Felix KlieserFelix Klieser

Felix Klieser: el virtuoso (sin brazos) del corno francés

El intérprete alemán, que ha sido dirigido por la mexicana Alondra de la Parra, ha encontrado en la música la manera de disfrutar de la libertad.

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12 de diciembre de 2022

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Itzel Ramírez

Hace 31 años en Göttingen, Alemania, Felix Klieser nació sin brazos, una discapacidad que no le ha impedido ser un intérprete de referencia mundial del corno francés y tener una existencia completamente libre.

A la música, Klieser no llegó impulsado por su familia. De hecho, de acuerdo con un perfil publicado en El País, su infancia no fue particularmente feliz ni su casa le sirvió de refugio.

“A mis padres no les interesaba la música. De hecho, ni sabían qué era una trompa (o corno francés). Pasaba mucho tiempo conmigo mismo en la infancia, aislado. Tomé muchas decisiones y mantuve muchas discusiones con mi sombra o mi reflejo en el espejo. Mi mejor amigo era yo mismo”,

relató.

Al corno francés, llegó casi con naturalidad a los tres años de edad y alrededor de los 10 comenzó a estudiar el instrumento más seriamente.

“Nací así, para mí ha sido natural desarrollar otras habilidades. Si no tenía manos, debía solucionarlo con los pies”, contó durante una cena.

Desde niño aprendió a integrar su discapacidad a la vida cotidiana.

“Nadie sabe por qué nací sin brazos, nunca pienso en ello. No me preocupa. Puedo hacer lo que quiera, soy completamente libre”, dijo.

Esa forma de ver su discapacidad le ha hecho también normalizar su trabajo.

“Cuentas con ello. No tiene más mérito ni debe ser visto como algo alucinante ni extraordinario. A veces la gente suele pensar que soy un pobre desgraciado, aunque lo normal, al ver lo que hago, es que opinen que me he convertido en una especie de Superman. Ni una cosa ni la otra. Aunque lo cierto es que cuando era niño, solía prevalecer lo primero, un sentimiento de pena”, relató.

Ávido lector de biografías de personajes con fortaleza mental o carácter visionario, considera que las personas a las que admira tienen un rasgo común más allá de lo físico: una mente invencible.

Cuando se fijó la meta de dominar el instrumento, en su cabeza no existía el objetivo de hacer una carrera profesional en la música, solo estaba la perseverancia.

“La suerte llegó porque me presenté a un concurso a esa edad y un profesor del conservatorio de Hannover, que era jurado, se empeñó en darme clase. Otros alumnos se preguntaban por qué me habían dado una plaza a mí si había gente que lo podría aprovechar mejor que yo”,

relató el músico.

El fútbol, los videojuegos y la nieve son sus pasatiempos favoritos. Aunque hoy, mundialmente reconocido, su verdadera felicidad radica en sentirse libre.

“La gente cree que lo que le hace feliz es el dinero, la familia, pero para mí resulta algo muy específico y distinto a eso. Me hace feliz sentirme libre para tomar decisiones a veces simples, como por ejemplo qué voy a desayunar mañana”, aseguró.

Para sus ejecuciones cuenta con un atril y un trípode inventados por él mismo, a fin de asegurar que la música que interpreta sea su espacio de libertad.

Le gusta además desacralizar la música. “Representa un ideal, de acuerdo, una abstracción. Pero en sí, no es nada más que un sonido, un ruido que debes controlar hasta convertirlo en algo emocional para que trascienda. Si un día das un mal concierto nadie se va a morir. Debes saber diferenciar qué es lo importante. Cuando doy clase, les inculco eso a mis alumnos. Para que se evadan de la sensación de desastre. Si enfermas gravemente tienes un problema, que te confundas con una nota, a nadie le afecta”, contó.

Por Redacción Yo También | Fotografía de ‘El País’