Logotipo de Yo También
Fotografía de Naivi sonriendo, lleva puesto un vestido negro sin mangas y sostiene con ambas manos una copa de vino.Fotografía de Naivi sonriendo, lleva puesto un vestido negro sin mangas y sostiene con ambas manos una copa de vino.

“Soy un monstruo con hambre de conocimiento”

Nació con baja visión y, hace siete años, los médicos le dijeron a Naivi Luis que se quedaría ciega. Lejos de paralizarse, cambió su vida radicalmente y hoy es sommelier, trabaja en la cocina de la SCJN y corre maratones.

Ícono de calendario

8 de enero de 2021

Ícono de autor

Conversa

Por Ivett Rangel

Hace siete años a Naivi Luis los doctores la declararon con ceguera inminente. Me dijeron: «No sabemos cuándo, pero te vas a quedar ciega». Entonces esta mujer de 41 años, originaria de Tehuacán, Puebla y madre soltera de dos hijos, eligió vivir como ciega: Aprendió a leer braille, a usar el bastón y a educar el resto de sus sentidos para ya no depender de lo que aún pueden captar sus ojos. El izquierdo aún tiene visión y el derecho ya está perdido, sólo percibe luces, algunos colores y pocos movimientos, debido a una enfermedad crónico degenerativa con la que nació.

También decidió mudarse a la Ciudad de México, donde encontró un sinfín de posibilidades de conocimiento. Estudió fotografía sensorial, se certificó como mesero y como sommelier, comenzó a correr medios maratones y a rodar en bicicleta.

«Después de rogarle a Dios por mucho tiempo que hubiera algo que me hiciera ver, ahora ya no. (Lo que me dijeron los doctores) me hizo tomar nuevas decisiones y buscar opciones de vida. Ya no hago caso a lo que ven mis ojos, decidí educar el tacto, el olfato y el oído. Me vine a la Ciudad de México sólo con una maleta llena sólo de ilusiones, y poco a poco me fui abriendo paso. Conseguí donde vivir y donde trabajar, y ya después me pude traer a mis hijos (que se habían quedado con mi mamá)».

¿Por qué mudarte de Puebla?

Un amigo me trajo a la capacitación de fotografía (de la asociación Ojos que Sienten), me dijo: Quizá ahí te ayuden a conseguir un empleo, y justo ahí me di cuenta que mi mundo estaba completamente cerrado. Encontré que mis compañeros eran terapeutas, mixólogos, corredores o ciclistas. Me di cuenta que no había hecho nada con mi vida y que quería vivir también todas esas aventuras. Soltaron a un monstruo hambriento de conocimiento y, ahora, nada me controla. Me metí a un equipo de carrera (ya hice cuatro medios maratones), comencé a andar en bici, escalé la Peña de Bernal, decidí certificarme como mesero y después como sommelier. 

Quiero recuperar todos esos años que viví como hongo, en cuanto me di cuenta que podía hacer muchas cosas, quiero hacerlas todas. 

¿A través de Ojos que Sienten conseguiste trabajo?

Ahí me capacitaron para las experiencias sensoriales (Cenas en la Oscuridad), donde descubrí que me gusta atender a la gente, así que entré a una escuela de meseros para certificarme en el buen servir y la sommelier que daba el módulo de vino me impulsó a educar más mis sentidos, pues por mi discapacidad era más sensorial a lo que me rodeaba. A los pocos meses la misma asociación decidió crear una generación de sommeliers, entonces ahí entré yo.

¿Vives de alguna de las habilidades que adquiriste?

No. Soy auxiliar de cocina en los comedores de la Suprema Corte de Justicia de la Nación desde hace dos años; entré ahí por un programa de inclusión que hubo. Nunca había trabajado tras bambalinas, por así decirlo, y ahora estoy en un interesante proceso. Y también trabajo en una empresa de banquetes. 

¿Cómo es el trato que te dan?

Mis compañeros me ponían muchos límites, como no dejarme acercar a los fogones o no dejarme los cuchillos grandes y filosos, pero ni siquiera yo me pongo esos límites. Me ha servido para romper paradigmas y ellos se han tenido que adaptar a una persona con discapacidad. He ido demostrando que sí puedo hacer las cosas, por supuesto a mi manera y a mi ritmo. Mi filosofía de vida es decir: Lo intento, en lugar de no puedo. 

¿Cuál es el peor límite que te has puesto?

El más importante: Creer que no debía salir de la ciudad donde nací; tardé 35 años en romperlo. Si me hubiera salido antes, habría hecho más cosas, pero todo llega a su tiempo y eso, para mí, fue hace cinco años. He logrado muchas cosas, ya no me boicoteo yo sola, mejor me callo y me lanzo como gorda en tobogán y a ver qué sucede. 

¿Te gustaría vivir de ser sommelier? 

Hace dos años habría respondido que sí, pero debo buscar una viabilidad económica para mi familia. Soy madre de un niño que está por terminar su carrera universitaria y de una niña que está en la preparatoria, entonces me tengo que enfocar en darles una estabilidad económica, pero mientras voy picando piedra dentro de la sommelería que me encanta. El vino me ha regalado muchas emociones y siempre tomaré cualquier oportunidad de expresarme a través del vino. 

¿Qué vino prefieres?

Como sommelier, me gusta jugar con los rosados porque tienen notas de tinto pero saben a blanco, y ahí es donde la cabeza explota. Cuando expongo a la gente a una experiencia sensorial a ojos vendados, se dejan engañar… Y a mí me gusta beber tintos secos, en especial la varietal de Cabernet Sauvignon. Tengo un gusto por los vinos muy potentes. 

¿Qué piensas hoy de tu baja visión?

Mi pérdida ha sido paulatina y, aunque espero no quedar ciega totalmente, se supone que sí. Pero debes ser amigo de tu discapacidad porque es tu compañera de vida, así que más vale darse la mano y ver qué te gusta hacer para crear una vida feliz. 

¿Qué esperas en el corto plazo?

Que la pandemia me permita regresar a todas mis actividades y hacer otro diplomado, sólo aún no decido si en cervezas o en destilados. También me gustaría desarrollar catas de chocolate.


*Las notas relacionadas en este texto, que están fuera del sitio yotambien.mx, no necesariamente contienen un lenguaje inclusivo, o cumplen con criterios de accesibilidad web, compatibles con el uso de tecnologías de apoyo para pcd. yotambién.mx no es responsable de lo que publican estos sitios de referencia.