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Fotografía de Erika de pie en un escenario, viste una blusa negra con un estampado de flores de colores y un pantalón negro. A su derecha está acostado un perro y frente a ella un micrófono.Fotografía de Erika de pie en un escenario, viste una blusa negra con un estampado de flores de colores y un pantalón negro. A su derecha está acostado un perro y frente a ella un micrófono.

“Con la pandemia está siendo un trabajo muy complicado vivir un duelo tan rápido”

Psicóloga especializada en atender a personas en fase terminal por enfermedades prolongadas, como cáncer, Érika Bernal ve un cambio radical en lo que hoy se vive por la pandemia de COVID-19.

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15 de enero de 2021

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Conversa

Por Débora Montesinos

Después de casi 11 meses de pandemia en México, la vida de las y los mexicanos se ha trastocado por completo y no solo por la obviedad del confinamiento, sino porque las personas están teniendo que enfrentar procesos de enfermedad y duelo de manera acelerada y masiva. La situación, además, se complica porque involucra sentimientos de culpa, dice Érika Bernal, quien es psicóloga con especialización en pacientes oncológicos.

Sin embargo, los cambios no son solo en sentido negativo. La pandemia “nos puso en igualdad de condiciones a las personas con y sin discapacidad”, dice la también actriz, que desde hace 13 años es parte de la compañía Teatro Ciego.

Ella confiesa que extraña los escenarios, no solo por los ingresos económicos que han mermado, sino por el contacto con las personas, y las posibilidades que le brinda el Stand Up Comedy, que realiza desde su concepción, porque escribe los temas, hasta que los produce y actúa.

Además, la joven que quedó ciega a los 12 años como resultado de una enfermedad, trabaja activamente en la Iglesia Bautista Horeb, como voluntaria, donde hace tutoriales de lectoescritura braille y de Lengua de Señas Mexicana, clases que antes impartía de forma presencial y ahora las lleva al mundo digital, y dirige un ministerio que se llama Instrumentos de Amor, enfocado a adecuar y hacer accesibles todos los servicios que brinda la iglesia para las personas con discapacidad.

También trabaja en el Reclusorio Oriente, donde da terapia individual y apoya a la población penitenciaria que tiene discapacidad o que forma parte de grupos prioritarios: comunidad LGBTT+, comunidad indígena, personas extranjeras, personas mayores, entre otras.

Como terapeuta, ¿cómo percibes que en México se está viviendo la pandemia?

¡Qué difícil es el proceso de enfermedad y pérdida que se está viviendo ahora! Es un proceso super breve. La gente se está yendo rapidísimo. Obviamente está habiendo otro proceso de duelo muy distinto! Y sí hay una diferencia muy grande. En procesos de enfermedades como cáncer u otras terminales lleva años, son años, e incluso debe trabajarse con las y los cuidadores, que son los que se desgastan por años, pero ahora no; ahora el proceso es muy breve, todo es muy rápido. Es un poco lo que sucede con los ancianos, con las personas mayores, que empiezan a ver que sus amigos mueren, es como confrontarse, es lo que le llaman las neuronas espejo, es confrontarse con su propia realidad, con la muerte que está cercana. Ahora lo que tendría que hacerse es “normalizar” o abrazar la muerte, abrazar el tema de la muerte, hablar de esto. Tenerlo como algo escondido o tenerlo como algo que no se quiere o se puede hablar, da más miedo y se sufre más, porque a veces son muertes que involucran culpa.

¿Por qué razón?

Algunos se sienten responsables, quizá se piensa que tal vez infectaste a tu papá, o contagiaste a tu mamá y por tu culpa se murió. Hay mucho sentimiento ahora; hay mucho que trabajar con eso, con el acercamiento a la muerte, con el aminorar el sentimiento de culpa. Está siendo un trabajo muy complicado vivir un duelo rapidísimo, porque además no es el duelo de una sola persona, sino que de pronto están muriendo muchas personas cercanas, entonces está siendo un proceso muy doloroso.

¿Y cómo le hacemos?

Una ventaja y una característica de los seres humanos es esta palabrita que se puso muy de moda: la resiliencia. Los seres humanos tenemos la capacidad de ser resilientes, que es que somos adaptables al medio, somos flexibles a lo que sucede. Eso es una ventaja de nosotros como seres humanos, que sí nos adaptamos, que sí nos duele mucho, pero al final de cuentas el dolor no nos mata. Claro que sí hay personas que tienen antecedentes de depresiones muy fuertes, sí, la tristeza los puede llevar a que baje su sistema inmunológico y que empiecen a presentar otro tipo de cosas que, por supuesto, los llevan a la muerte y es cuando dicen que se mueren de tristeza. Pero a la población en general no le pasa eso y, específicamente en México, somos gente muy resiliente, muy fuerte emocional y espiritualmente; eso es una gran ayuda, como cultura, como país.

¿Los servicios de atención psicológica han aumentado, en tu caso?

Hay de todo. Son como olas, al principio mucha gente empezó a buscar el apoyo. Incluso yo tenía un proyecto desde antes, de terapias en línea, a distancia. La característica de personas que yo atiendo son personas que no pueden salir de sus casas, entonces yo tengo que ir o tengo que hacer las sesiones vía telefónica, entonces era un proyecto que yo tenía, pero no lo había lanzado hasta que empezó la pandemia, y ahora ya tengo tiempo trabajando así. Pero después, la cuestión económica dañó todo. Ahora ya no lo ven como una necesidad apremiante, primordial, para estar bien. Es obvio que la gente prefiere gastar su dinero en comida y necesidades básicas, que en terapias que les parece poco importante, porque la salud emocional la descuidamos mucho. En estos momentos, quizá desde principios de año, la gente está buscando ayuda.

¿El aumento en los contagios, al menos en Ciudad de México, ha influido?

En la mayoría hay más miedo, hay un pánico terrible en la gente. Al principio de la pandemia nos estábamos enterando y lo hacíamos por las noticias, lo veíamos como algo lejano, no lo estábamos viendo en personas cercanas e incluso había incredulidad; no se vivía en carne propia ni con gente cercana, se percibía como un dato histórico, como algo mundial. Hoy no. Hoy lo estamos viviendo con gente cercana, desde los contagios hasta los fallecimientos; eso ya es muy impactante, eso sí está llegando. Un simple dolor de cabeza detona el pavor, porque tampoco hemos querido enterarnos de cosas concretas: ¿si me da, a dónde tengo que ir?, ¿a qué hospital?, ¿dónde encuentro oxígeno? Hay como un bombardeo de información, pero al mismo tiempo es confusa y nada concreta que solo provoca pavor y ansiedad.

¿Cómo podríamos manejar esa ansiedad o ese miedo que paraliza?

Uno, que nos ocupemos en la normalidad que tenemos en este momento, asumámosla como lo que es: si estamos en home office, está bien, pero también dediquemos tiempo a hacer otras cosas, lo que harías normalmente si no supieras que tienes que estar encerrado: escucha música, arregla cosas, descansa como si fuera un fin de semana largo. También, entender que si quisieras ir a bucear, es decir, ir al fondo de las cosas, debes estar calmado, sin patalear en la superficie; ahora no es momento de patalear, sino de vivir lo que vivimos y valorarlo. Estar con la familia. Sí, su sana distancia, pero también su sana cercanía, para fortalecer las relaciones con quienes convivimos, disfrutar en casa y convertirla en un verdadero refugio.

¿Todos y todas podemos abordar este tiempo así o hay recomendaciones para las pcd?

La verdad es que este tiempo ha beneficiado a las personas con discapacidad: sobre todo a quienes siguen trabajando desde casa, dejaron de enfrentarse a barreras en las calles y hoy el reto es aprender y usar bien la tecnología. A quienes conozco, les ha resultado más benéfico. Yo, por ejemplo, no tengo que enfrentar el reto de que me acepten en el transporte con mi perro guía, Dozer. La pandemia nos vino a poner en igualdad de condiciones: en Zoom, nadie juzga si alguien es más bajito o no, si está en silla de ruedas o no, solo nos vemos las caras y nadie juzga. Sí nos puso en igualdad de condiciones, en algún sentido. A las personas sin discapacidad, sí los veo más desesperados; estábamos acostumbrados a un ritmo de vida y ahora hay un contraste entre lo que se tenía y lo que tenemos. En general, a la gente le ha costado trabajo adaptarse a estar en casa, a convivir con la familia y a que la familia respete el trabajo que cada quien hace.


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