Logotipo de Yo También
Familia de Vianney Cárdenas celebrando un cumpleaños.Familia de Vianney Cárdenas celebrando un cumpleaños.

Un corte de caja para Vianney

A los 37 años sufrió un infarto cerebral, pero su amor a la vida y sus ángeles lograron superarlo, aunque no del todo… Aquí la historia de Vianney Cárdenas.

Ícono de calendario

12 de diciembre de 2022

Ícono de autor

Redacción Yo También

Me tocó corte de caja el 28 de marzo de 2022, ese día sufrí un infarto cerebral.  

Recuerdo haber despertado en la madrugada debido a un intenso dolor de cabeza, así que decidí tomarme una pastilla que no logró calmar nada. Pero no solo era una migraña, comencé a ver doble con mi ojo derecho, entonces decidí esperar a que amaneciera para contactar al oftalmólogo. 

Fue extraño, pero mi cuerpo me indicó qué debía hacer, así que comencé a buscar algunos documentos que podría necesitar, guardé un cambio de ropa en mi mochila junto con mi computadora y mi cargador. Incluso creí prudente arreglar mi casa porque algo me decía que ya no iba a regresar.

Llegué con mis papás al médico, quien, después de una serie de pruebas, me dijo que efectivamente mi ojo no estaba funcionando pero que se trataba de un posible problema en el cerebro. Mis hermanas actuaron muy rápido para contactar una neuróloga en el Hospital Español. Gracias a que tenemos un ángel en nuestra vida, un doctor que es mi propia familia, logramos dar con una neuróloga, quien hizo un espacio para recibirme ese mismo día.

Íbamos en el carro, ya medio dormida, como si fuera perdiendo fuerzas, pero lograba escuchar a mi mamá muy preocupada, incluso me pareció escucharla llorar. El camino fue largo, llevaba el ojo parchado para que no me molestara la luz, pero al llegar y destaparlo, ya se había ido para arriba. Dejé de ver. 

Comenzaron las pruebas de reflejos, no pasé ninguna; las de equilibrio, tampoco las pasé. De inmediato la neuróloga dijo que necesitaba una resonancia magnética. Todo pasó muy rápido, pero debía estar segura que mi seguro lo cubriría, ya que era un estudio costoso. La asesora de seguros dio luz verde, así que llegué a urgencias para internarme. En ese momento los contagios por Covid eran muy fuertes, así que los protocolos igual.

Durante la resonancia vi mi vida como un cortometraje: aparecieron personas y momentos importantes, solo felices; fue la primera vez que tuve miedo de morir. 

A esto le siguió la “aparición” de un tío muy querido, que recién había muerto por Covid. Le dije que no quería morir y me dijo que no era mi momento, que todo estaría bien. ¡Lo sabía! Parece una locura o alucinación, quizá fue el intenso dolor de cabeza.

Al salir del estudio, me inyectaron algo en la panza. Me dijeron que era algo preventivo, ¿preventivo a qué? Al día siguiente ya estaba en la habitación 6122, esperando tranquila para que ese mismo día me dieran de alta. Ya me había bañado y estaba sentada en el sillón platicando con una de mis hermanas. 

De pronto sentí un dolor en mi pierna derecha, pensé que era un calambre, pero perdí la movilidad de esa extremidad. Eran las 8:30 de la mañana cuando llegó la doctora y dio el diagnóstico: infarto cerebral. Vi la cara de mi hermana, era evidente que estaba asustada. Comenzó la explicación… Yo solo oía voces, parecía que me habían desconectado, pero, aun así, pregunté a qué hora me darían de alta. El gesto de la doctora me dijo que esa fecha sería lejana. 

Llegó toda mi familia, todos estaban asustados, pero aún así me daban ánimos. Yo no tenía miedo, quizá porque no dimensionaba lo que me estaba pasando. Luego perdí la movilidad del brazo derecho y comenzaron los muchísimos estudios; cada día unos 10 tubos de sangre para unos y otros. 

Me sentía segura en el hospital y sabía que no moriría, así es que mantenía una actitud positiva, ni el hambre se me había ido. Me convertí en la paciente favorita de la cocina, siempre agradecía por mi comida, la cual era muy rica. Nada de gelatinas ni dieta blanda, tenía barra libre. 

Las enfermeras me bañaban temprano porque quería estar lista para mis visitas. Mi hermana Cris se quedaba prácticamente todas las noches y mi hermana Jazz iba diario a peinarme y maquillarme. Ante todo, quería estar arreglada. Parece una tontería, pero hoy, creo que fue lo que me ayudó a salir a adelante. Estuve internada 20 días, la doctora esperaba que fueran meses, pero por el rebrote del Covid y por mi ánimo, me dieron oportunidad de recuperarme en casa.

Salí en silla de ruedas y, como lo había presentido, no regresé a casa. Tuve que irme a vivir con mis papás porque tenía incontinencia urinaria y no podía bañarme sola, era completamente dependiente. 

Mi familia sugirió guardar mis cosas en una bodega, pero un día a solas con mi papá, él me dijo que no creía que era buena idea, que debía seguir pagando mi renta porque eso me motivaría a regresar a mi casa. Decidí hacerle caso, aun cuando el pronóstico no era nada bueno: 90 por ciento de probabilidad de perder el ojo, ocho meses para volver a caminar, imposible volver a correr (este dato porque antes de este suceso, me estaba entrenando para una maratón), posibles secuelas en el habla y memoria.  

Hoy vivo de nuevo sola, me valgo por mí misma, camino perfectamente, incluso hace unas semanas logré correr siete kilómetros otra vez. No dejé de trabajar, por lo que puedo pagar mis costosos medicamentos que posiblemente sean para toda la vida.

¿Qué detonó el infarto cerebral? Aún no se sabe, piensan que puede ser algo genético, pero yo estoy convencida que es una secuela del Covid porque me contagié en la primera ola, sin que hubiera vacunas. Mis síntomas entonces fueron leves, pérdida del gusto y el olfato, y cansancio. Pero estoy segura que eso fue la causa.

No sé cuántas personas más están pasando por esto, pero si de algo sirve: el 90 por ciento es la actitud y las ganas de aferrarse a la vida.

Yo no la llamaría segunda oportunidad porque en el momento que me pasó, yo estaba feliz y disfrutaba de una paz interna que me había costado trabajo conseguir. Estaba en mi mejor momento, por eso le llamo corte de caja porque hoy me toca comenzar de nuevo, aprender a vivir con limitaciones físicas y mentales, con días buenos, pero otros no tanto. Sufro episodios de ausencia, normalmente un día a la semana lo reservo para reposo absoluto porque ni mi cuerpo ni mi mente responden al 100.

Hoy no veo una fecha cercana para correr por fin esa maratón que dejé pendiente, pero sí puedo agradecer que estoy viva. Mi mayor motor fue el amor que le tengo a la vida y el tener cerca a muchos ángeles en forma de familia, doctores y amigos.

Por Vianney Cárdenas, como lo contó especialmente para Yo También