Las olvidadas de la Guardería ABC: maestra y su hija, sobrevivientes y con discapacidad

Madre e hija sobrevivieron a la tragedia aunque la vida les cambió para siempre: sus condiciones de discapacidad no son reconocidas de manera oficial ni cuentan con apoyos para salir adelante.

Aquel 5 de junio de 2009, la maestra Eloísa Orozco era la responsable de cuidar a las niñas y niños de la sala maternal A de la Guardería ABC, estancia en la que también estaba su hija Evan Alicia Arellano, de entonces un año de edad.

Aunque el incendio las dejó a las dos con secuelas permanentes que vulneran sus capacidades, ninguna está entre las víctimas reconocidas de la tragedia.  

Después de ese día, Eloísa ha estado internada en hospitales psiquiátricos, mientras que su hija disminuye cada vez más su capacidad respiratoria, todo como consecuencia del incendio.

“¡Dios mío!, ¿a qué niño voy a agarrar? Todos estaban en la hora de sueño, entonces agarré al que pude, el humo me llegaba a las rodillas y la lona del techo caía en pedazos con lumbre sobre los niños”, contó la profesora a El Universal.

En pocos segundos, dijo la maestra, su vida cambió para siempre.

Evan Alicia difuminada, al frente un par de cajas de medicamento controlado

“Era mi hora de comida, yo estaba en el comedor con mis demás compañeras y de repente empezó a tronar una lámpara, volteé y le dije a mi compañera, ‘quítate porque a lo mejor nos cae encima’, pero fue tipo broma porque no sabíamos qué estaba pasando. Fueron milésimas de segundo, yo creo, cuando al momento volteé a donde estaba el refrigerador y se miraron las dos paredes que estaban agrietadas y ahí estaba entrando bastante humo negro”, recordó. 

Luego sonó la chicharra de la escuela y cada maestra fue a su sala. 

“… el humo ya me llegaba a las rodillas, tomé al niño que pude y salí corriendo, ya no se veía nada, la lona con lumbre caía y se me soltó el niño, lo volví a agarrar, no podíamos salir porque la misma presión del humo no dejaba ni que quebraran la puerta porque era de cristal, ni que yo pudiera abrir, porque el mismo sofoco, la misma presión no dejaba”, describió Eloísa.

Cuando pudo salir de la guardería, Evan ya estaba afuera. Desde ahí vio cómo otros niños eran llevados en las cajuelas de las patrullas. 

Con el tiempo, Eloísa comenzó con episodios de ansiedad y depresión, detonados por el recuerdo de qué había pasado con sus alumnos. 

Luego inició tratamiento en el Centro de Atención Inmediata para Casos Especiales (CAICE), del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y fue internada en dos ocasiones, una en el hospital psiquiátrico La Cruz del Norte y otra en un psiquiátrico de Monterrey

Después fue canalizada a un centro en Guadalajara “pero se ha sobrepuesto porque sus hijos sufren su ausencia”. 

Antes del incendio, Eloísa iba a una escuela de baile, donde participaba en demostraciones de danzas africanas y salsa; hoy no puede trabajar ni manejar, necesita ayuda incluso para cruzar la calle y algunos de sus episodios psicóticos la han llevado a lastimarse.

Sin embargo, las autoridades no reconocen su discapacidad.

Evan, una enfermedad que avanza

Evan es ahora una adolescente de 15 años que toma tres medicamentos controlados y vive conectada a aparatos que la ayudan a respirar.

“Madre e hija son víctimas de la tragedia, son atendidas por el Seguro Social por haber estado en la guardería en el momento del incendio, pero ninguna de las dos está reconocida por el gobierno como lesionadas o como afectadas para acceder a otros beneficios”, contó el diario. 

Evan vive con una capacidad pulmonar del 70 por ciento como consecuencia de la inhalación de humo tóxico, lo que a su vez le causó un problema cardiovascular, además tiene crisis de ansiedad. 

Inicialmente, Evan tenía un diagnóstico del 10 por ciento de daño pulmonar, ahora es de 30 por ciento. Su problema se ha agravado al punto de regresar con la boca morada y pálida aun sin actividad física. 

“El IMSS le ha proporcionado un tanque de oxígeno y desde hace dos años duerme conectada a una máquina para oxigenarse. Ahora, requiere de un concentrador portátil que cuesta más de 100 mil pesos”, dijo la nota.

Aunque tiene un dictamen médico que certifica el daño pulmonar permanente, que a veces la lleva a saturar 71 por ciento, Evan no está reconocida como lesionada.

A Eloísa los médicos le han dicho que lleve una vida “placentera”, algo que a ella le parece una burla cuando ve cómo su hija vive conectada a un concentrador y  que toma clonazepam, melatonina y sertralina.

Por Redacción Yo También

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