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Niños con discapacidad del orfanato Omo Child.Niños con discapacidad del orfanato Omo Child.

El refugio africano de los niños ‘malditos’, como llaman a quienes tienen alguna discapacidad

Las creencias de comunidades en el sur de Etiopía llevan a la muerte a bebés que nacen con distintas condiciones. Algunos activistas se han empeñado en salvarles la vida.

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2 de marzo de 2023

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Itzel Ramírez

Cuando los ancianos de una aldea deciden que un niño es mingi (maldito), la sentencia no tiene vuelta atrás: hay que eliminarlo pronto por el bien de la tribu. Se trata de una conducta por la que cada año son asesinados cerca de 300 niños en algunas zonas del Valle del Omo, en el sur de Etiopía, revela un reportaje de El País.

Durante su infancia, Lale Lakubo vio cómo un grupo de personas forcejeaban con una mujer para arrebatarle a su hijo, al que luego arrojaron a un río; el niño era considerado mingi.

Luego de la escena, la madre de Lale le confesó que antes de él había tenido dos hijas mingi, ambas fueron asesinadas.

“Tu padre y yo no seguimos los preceptos de los ancianos durante el embarazo y tuvimos que deshacernos de ellas. Ahora ya tienes 15 años y puede que en poco tiempo también tengas que hacer lo mismo con tus propios hijos”,

le dijo la mujer a Lale.

La revelación le llevó a crear, hace 15 años, el orfanato Omo Child, un centro que ha acogido a más de un centenar de niños que de otra forma hubieran sido sacrificados.

Basta haber nacido fuera del matrimonio, que la madre no haya recibido las bendiciones por parte de los ancianos de la aldea, que los primeros dientes salgan en la parte superior de la boca, compartir la placenta con un hermano gemelo o tener alguna malformación para ser considerado mingi en algunas zonas del Valle del Omo, una zona con bajos índices de escolarización por la pobreza, dificultad de acceso y barreras culturales. Estilo de vida ganadero y nómada.

“Nacer en este lugar significa entrar en una ruleta rusa que puede terminar con el niño ‘maldito’ devorado por los cocodrilos del río o por las hienas de la sabana o asfixiado con la boca llena de arena”,

relató el diario español.

La primera niña que salvó Lale se llamaba Bali. Su familia la escondió para evitar que la mataran, durante meses, su padre iba todas las mañanas a un agujero donde la niña se resguardaba para darle algo de comer.

Lale negoció por un año y medio con el consejo de la aldea para que la dejaran irse.

“Finalmente, cuando Bali ya estaba moribunda, mis amigos decidieron rescatarla sin autorización y la llevamos a mi casa. Los ancianos me avisaron de que si volvía a llevarme más niños sin su permiso me matarían”, contó el activista.

Actualmente hay 48 niños entre los dos y los 19 años. El orfanato funciona con donaciones particulares y con las cuotas que pagan los niños no mingi que van a clase, pues el centro también funciona como colegio.

“Miherit Belay, responsable del Ministerio de Salud, Mujer, Niños y Juventud en la sección Sur del Valle del Omo, subraya que es difícil calcular las muertes que provoca esta superstición. ‘Recibimos nuevos casos cada mes, pero la mayoría no llegan nunca a conocerse. Es algo que los pobladores mantienen en secreto. Hay que tener en cuenta que aquí las familias viven en un espacio muy grande, a veces separadas por 50 o 60 kilómetros, en zonas de difícil acceso y sin cobertura, en las que es muy difícil enterarse de cosas como un embarazo y menos aún de algo como un sacrificio’”, dijo el funcionario.

En 2006, Lale habló con los ancianos de su aldea para pedirles que eliminaran el ritual de los niños mingi.

“’Dejadme ser el río y el bosque para ellos, mandádmelos a mí’, les dije. Me costó muchísimo que se sentasen a escucharme. Pensaban que si dejaban vivir a esos niños, el sol se volvería más ardiente, las lluvias disminuirían hasta cesar del todo y la sequía y el hambre reaparecerían en el valle’”, dijo.

Por Redacción Yo También

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