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Ana Sofia Romo en una presentación de baile con su pareja, un usuario de silla de ruedas.Ana Sofia Romo en una presentación de baile con su pareja, un usuario de silla de ruedas.

Una medalla de plata que vale oro por el acercamiento a la discapacidad

La invitación para acompañar como bailarina “convencional” a un paratleta de danza ha dejado un invaluable aprendizaje a la hoy subcampeona nacional de Freestyle combinado y a su mamá.

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24 de noviembre de 2022

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Teresa Peón y Nava

Todavía no se cumplen 12 meses de aquella invitación. Significa que la tierra todavía no recorre por completo la órbita solar y, sin embargo, nuestra forma de ver la vida y, sobre todo, nuestra perspectiva con relación a las personas con discapacidad giró 180 grados.

Soy madre de Ana Sofía, una bailarina “convencional” (así llaman los instructores a las y los bailarines que no usan silla de ruedas). Ella tiene 19 años y en los últimos 15 se ha dedicado con verdadera pasión a bailar todo tipo de técnicas y estilos: ballet, flamenco, contemporáneo. 

Por alguna razón que aún desconozco -pero estoy plenamente segura que no es la simple casualidad-, su primer acercamiento con el ballet cuando apenas tenía cuatro añitos, fue en Danza Aptitude Arte y Discapacidad A.C. cuya fundadora y directora, Isela Saldaña, aceptó a un grupo de apenas cinco niñas “convencionales”, la mayoría hijas de amigos, en una institución especializada en el baile como terapia para pequeños con síndrome de Down.   

Los años posteriores, Sofía exploró otras disciplinas diferentes al ballet, por lo que recorrió distintas academias; la mayor parte de estos 15 años dedicados a la danza, los ha vivido (literalmente) en DanzCorp, cuya directora Andrea Oseguera Wong, es también la entrenadora y coreógrafa del equipo de Paradanza Deportiva en el Consejo Estatal para el Fomento Deportivo (CODE) Jalisco. 

Fue así que en enero de este 2022, Andrea preguntó a Sofi si estaría interesada en entrenarse como pareja de un deportista en silla de ruedas.

¿Por qué una chica que en ese momento estaba cumpliendo 19 años, iniciando la Universidad y entrenando por las noches tanto baile contemporáneo como voguing, aceptaría la invitación? Es algo que desconozco.

Solo sé que me preguntó si podía llevarla a los entrenamientos y acepté, a sabiendas de que la experiencia para ella podría ser enriquecedora. Jamás imaginé hasta qué grado y mucho menos pensé que el aprendizaje me alcanzaría a mí.

Sofía tuvo un tío con parálisis cerebral: mi hermano Héctor, quien murió a los 21 años, y aunque no lo conoció, ella creció escuchando de mí la historia de sacrificios que supone para toda la familia el que uno de sus miembros tenga alguna discapacidad.

Por tanto, pensamos que la convivencia con chicos en sillas de ruedas no sería una experiencia ajena. 

Pero nada más alejado de la realidad. Desde nuestro privilegio, ese de poder trasladarnos caminando o en el transporte público, ni siquiera imaginamos lo que estos chicos tienen que enfrentar en su día a día. Así que pronto llegó nuestra primera gran lección.

Una tarde, al terminar el entrenamiento, David, la pareja de baile de Sofi, me preguntó si podía darle ride. De inmediato accedí y les dije a ambos que esperaran para acercar mi coche. Me acerqué a donde ambos me esperaban y le abrí la puerta pero ¿y ahora?

Con total habilidad, David se montó en el asiento trasero y me dio indicaciones para quitar las ruedas de su silla y poderla guardar en la cajuela. Ya en el trayecto me iba contando cómo es que la única forma de llegar a entrenar cuando algún familiar no puede llevarlo, es en Uber pero a menudo, si el conductor llega y ve que el pasajero está en silla de ruedas, no lo levanta, algo en lo que yo nunca había reparado.

Después de dejarlo en su casa, mi hija y yo platicamos; reflexionamos cuántas veces nos quejamos por cosas insignificantes y, sobre todo, asimilamos el gran esfuerzo que supone para estos chicos no solo el entrenamiento en sí, sino el hecho de llegar por sus propios medios y con todas las dificultades al complejo deportivo.

Hasta ese momento, no sabíamos la verdadera cátedra que traería para ambas su participación en los Juegos Paranacionales CONADE 2022 en Hermosillo, Sonora.

Lo primero que ocurrió en el viaje de Guadalajara a la capital sonorense, fue que al momento de arribar, la maleta de mi hija se extravió. De inmediato, Sofi se comunicó conmigo y me dijo: me siento frustrada.   

Pero muy pronto, ambas aprenderíamos que perder una maleta no tiene nada de frustrante frente a todo lo que vivió junto a estas y estos jóvenes que integran la delegación jalisciense. 

Me explicó que en ambos aeropuertos, el de Guadalajara y el de Hermosillo, los chicos con discapacidad son los últimos en bajar del avión. Deben esperar a que el personal de la terminal los ayude a descender, ¿cómo? ¡por las escaleras!

Como no había aeropasillos, el personal tuvo que bajar uno a uno a los miembros de la delegación, montados en sus respectivas sillas, de espaldas por las escalinatas. Cabe mencionar que solo en este vuelo viajaban los bailarines y todo el equipo de para basquetbol. Así que, al llegar a la banda para reclamar el equipaje, había pasado tanto tiempo que no hubo quien vigilara sus maletas. Fue fácil que alguien se llevara la de Sofi.

Pero luego de ver semejante esfuerzo ¿a quién le importa una maleta perdida?    

Ya en la competencia, según me cuenta, la admiración fue todavía mayor. Ni los hoteles ni el mismo recinto deportivo están hechos para estas glorias del deporte. Están adaptados, sí, pero no están hechos para ellas y ellos.

“Sí hay rampas, pero están tan inclinadas que ellos solos no pueden subirlas, necesitan que alguien les ayude”, me cuenta Sofía.

En esta, su primera competición en esta disciplina obtuvo medalla de plata para Jalisco en la categoría de Freestyle combinado, pero tanto para ella como para mí, la experiencia y el aprendizaje de este último año, valen cada segundo en ORO. 

Estoy segura que en adelante, ella en el baile y yo en el periodismo, habremos de actuar con base en una visión completamente distinta a la que teníamos a inicios de este año.

Por Patricia Romo*

*Patricia Romo Sahagún es una prestigiada periodista en Guadalajara, Jalisco. Su voz y credibilidad acompañan desde hace años a la población jalisciense que la escucha en exitosos programas de radio. Es corresponsal del periódico El Economista y cofundadora de GO Business. Es mamá de Sofía