Por Sabina Itzel Hermida Carrillo | Colectivo Educación Especial Hoy
Hoy es 8 de marzo, conmemoración del Día Internacional de la Mujer y de la lucha por la equidad de género; los colectivos feministas se organizaron para asistir a las movilizaciones y el tema de los derechos de la mujer y la violencia feminicida emerge con más fuerza en los medios, redes sociales y otros espacios de difusión.
Dentro de las escuelas cada vez se habla más de equidad de género, derechos de las mujeres y prevención de violencia; muchas alumnas y maestras se agrupan en colectivas feministas y luchan desde las aulas para construir un mundo equitativo y libre de violencia para todas; pero ¿es el feminismo un movimiento realmente para todas?
Como mujer con discapacidad invisible, maestra y cuidadora, me atrevo a afirmar que todavía no lo es. Faltamos nosotras, faltan las mujeres indígenas, las afromexicanas, las mujeres trans y muchas otras pertenecientes a grupos históricamente discriminados y vulnerados.
¿Cómo hablar de sororidad cuándo muchas mujeres seguimos siendo excluidas de espacios y movimientos?
He leído y escuchado comentarios y experiencias de muchas compañeras con discapacidad que manifiestan sentirse ignoradas y discriminadas por otras mujeres; algunas se han acercado a grupos feministas que les han negado la participación o las han “invitado” a formar su propio colectivo con puras mujeres con discapacidad. No estoy exagerando, eso sigue pasando.
Esas amargas experiencias nos demuestran que aún para quienes luchan por la equidad y la justicia, la discapacidad se sigue percibiendo como un fenómeno ajeno y las personas con discapacidad como seres que no pertenecen a la comunidad.
En esta percepción, el Sistema Educativo Nacional sigue jugando un papel fundamental, no basta con hablar sobre discapacidad y feminismo en las redes y los medios, hay que hablarlo dentro de los salones de clase, dentro de las familias y en todos los lugares posibles.
El feminismo y el aprecio por la diversidad humana deben estar presente en el marco curricular, en los planes y programas de estudio y en los libros de texto; la formación de las infancias y adolescencias debe basarse en el respeto a la dignidad, la convivencia, la solidaridad y la justicia social.
Construyamos una escuela pública feminista y verdaderamente incluyente.
*Dejando de lado la marginación a la que se nos somete, las mujeres con discapacidad nos organizamos y generamos nuestros propios espacios de participación, hoy habrá un contingente amarillo fluorescente y morado, conformado por mis compañeras de lucha, colegas y amigas entrañables quienes desde sus trincheras nos visibilizan y levantan la voz.
Se convoca desde las redes del Movimiento de Personas con Discapacidad, demostrando así, que, si no nos incluyen, nos incluimos nosotras.