Cuando el ingenio se convierte en inclusión
Un joven mexicano inventa dispositivos que mejoran la calidad de vida de las personas con discapacidad visual y con TEA.
15 de diciembre de 2021
Redacción Yo También
Por Silvia Romero
Conocí a Max Eduardo García Esquivel una mañana de junio del 2019, en el edificio de “Ciencias y Humanidades” de la Universidad Autónoma de la Laguna (UAL). Me sorprendió su edad, pero más aún me sorprendió la claridad de sus propósitos y su abrumadora energía.
Max tenía entonces 17 años, estudiaba preparatoria y era uno de los fundadores del equipo de robótica de la UAL. Durante la conversación, era imposible no percibir en él la efervescencia causada por haber calificado para la Expo ciencia Internacional en Abu Dhabi, a donde viajó en noviembre del 2019 para presentar su Traductor de Braille.
No solo eso, también había calificado en la FENACI 2018 (Feria de Ciencias e Ingenierías Coahuila), que le dio la acreditación para presentar su proyecto en el INTEL ISEF (Intel International Science and Engineering Fair) en Phoenix, Arizona.
Con estos éxitos en los bolsillos e inquieto como es, a Max se le hacía tarde para empezar su próximo proyecto. Sobre todo, se sintió motivado de saber que podía ayudar a otros estudiantes como él en la escuela.
Braille Translator
El Lic. Fernando Torres Rodríguez, quien es docente de la Universidad y ahora asesor de Max, lo describe como “un chico que nunca está quieto, siempre armando y desarmando cosas para ver cómo funcionan”. Fernando Torres se integra en 2017 al equipo de robótica para apoyar a los jóvenes del área administrativa y aunque Max estaba en otra área, la de ingeniería, no logró pasar desapercibido para su profesor.
Por esas fechas, el profesor Torres escucha una conversación de una maestra, acerca de las dificultades que tenía para realizar adaptaciones para sus alumnos con discapacidad visual. Torres recuerda que en las competencias de robótica FIRST, existe una categoría para desarrollos en pro de la comunidad y, habiendo observado a Max, le sugiere desarrollar algún proyecto que pueda salvar esa barrera de comunicación en la Universidad.
Max lo escuchó, sin evidente entusiasmo. Pero para su sorpresa, el semestre siguiente al final de una clase, se le acercó para pedirle ayuda con la redacción de una semblanza del proyecto. ¡¡Max había desarrollado un traductor de Braille!!
De hecho, ese mismo día iban a presentarlo en la Expo Ciencias Chihuahua-Coahuila, donde ganaron la acreditación para la Nacional, misma que se llevó a cabo en Morelia Michoacán, y de ahí, como mencioné antes, directo a los Emiratos Árabes Unidos.
Max García Esquivel acompañado por el gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme.
Proyecto ICOS
De esa charla que tuvimos en septiembre del 2019, resultó ICOS (Interactive Concept Simplifier). Me gustaría darme algún crédito, pero no es posible. Mi única intervención fue hablarle sobre el Trastorno del Espectro Autista. Recuerdo haberles hecho un dibujo con la Triada de Wing y hablarles de los trastornos sensoriales, comúnmente subestimados y que llegan a ser la causa de muchas conductas disruptivas en niños y niñas con autismo.
Les proporcioné un directorio de instituciones donde podrían recibir más información y obviamente mi recomendación personal para con esas instituciones.
El Lic. Octavio Flores, a través del Instituto de Desarrollo Integral, A.C. (IDI), fue quien les abrió las puertas para desarrollar el proyecto. Fue así, como gracias a la experiencia y conocimiento de Flores, Max identifica la comunicación como una necesidad primordial en las personas con autismo y al cabo de tres meses, logra un anteproyecto para un Sistema Aumentativo y Alternativo del Lenguaje por intercambio de imágenes, para niños con autismo no verbales o en vías de adquirir lenguaje, llamado ICOS.
Se trata de un dispositivo montado en un brazalete, se puede adaptar y personalizar a cada niño, es de bajo costo y proporciona apoyo en las áreas de socialización, comunicación y lenguaje. Además, incluye estímulos sensoriales auditivos y visuales para apoyar en momentos de ansiedad y estrés.
Desde ese momento Max, junto a su asesor, empieza a acumular premios por el desarrollo de ICOS. Ganó el primer lugar en la categoría de software en la FENACI. Ya entrada la contingencia sanitaria por SARS-CoV2, la Expo ciencias Durango-Coahuila 2020 se realizó de manera virtual y Max se hace con la única acreditación internacional para Exposcience International 2021, la cual se ha pospuesto, por razones de pandemia, para el 2023 tentativamente en Corea del Sur.
Y hace apenas un mes, ICOS participa en INC Prototype, el concurso de emprendimiento más grande de América Latina, logrando el primer lugar con una maduración tecnológica y progreso del proyecto de TRL 6-8, según la clasificación de la NASA. Eso significa que el proyecto ya superó fases de investigación y validación, encontrándose en los últimos niveles de desarrollo, siendo el nivel 9 un producto terminado.
Mejora continua personal
Max es hábil y talentoso con su mente y sus manos, tiene ingenio y creatividad. Además, le apasiona lo que hace, así que es autodidacta, investiga, experimenta y lleva a término lo que se propone. Pero ese mismo perfil le representa un reto a la hora de comunicar sus proyectos.
Sin embargo, Max tiene lo que Jack Canfield y Mark Victor Hansen llaman “El Factor Aladino” y creo que es la base de su éxito. Reconoce su talento, pero también reconoce sus retos y no duda en acercarse a quien sabe más que él y, dado el momento, sabe convertirse en aprendiz.
Como quiera, con el tiempo Max se va haciendo más hábil para relacionarse y presentar sus proyectos gracias al acompañamiento de su profesor Fernando Torres. Pero además ha logrado capitalizar sus éxitos y llenar su bolsita de estrellas que le dan esa seguridad de que puede lograr todo lo que se proponga.
Y al igual que sucede con el Aladino de Canfield y Hansen, Max comprende que los deseos no los cumple un genio en una botella, sino uno mismo a través de equivocarse, aprender y seguir intentando.
Mi reconocimiento a Max
En una ocasión que hablábamos sobre su equipo de robótica me dijo, “yo no quiero hacer proyectos que solo enciendan lucecitas, quiero hacer proyectos que impacten en la vida de otras personas, que los ayuden”.
Por lo pronto, puedo mencionar otros dos proyectos en los que Max colaboró junto a otros compañeros: El Virtual Passport Program, un proyecto que soluciona el problema de movilidad estudiantil internacional afectada por el COVID-19, con el que ganaron el primer lugar en el Global Learning Case Competition de la Universidad de Toronto. Y Edu Ruta, un proyecto que acercó internet y equipo de cómputo a estudiantes de comunidades rurales durante la pandemia, ganando el primer lugar como proyecto de Impacto Mayor en el concurso de Emprendimiento Social organizado por la Universidad Mayor de Chile, donde participaron 27 equipos de diferentes países.
Max acaba de cumplir 20 años y gracias a una beca de excelencia y sin duda, al apoyo incondicional de su familia, estudia ingeniería en Nanotecnología en el Tecnológico de Monterrey. Donde también ha encontrado el impulso, el entorno y la infraestructura para llevar a cabo todos sus propósitos y, seguramente, su mejor proyecto aún está por diseñarse.
Continúa asesorándose con su profesor Fernando Torres y en ocasiones el alumno se vuelve maestro. Y a mí, felizmente me sigue poniendo al tanto de sus éxitos, lo cual agradezco porque, su entusiasmo y energía renueva en mí la esperanza de que en México existen jóvenes como Max, no solo con un gran talento, sino comprometidos a poner, como dice el lema de Teletón: “El amor y la ciencia al servicio de la vida”.