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Cuidado

El feminicidio de Luz Raquel Padilla sacude a todas y todos, pero también es una oportunidad para poner en práctica una serie de acciones que pongan fin a la violencia hacia las mujeres cuidadoras.

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22 de julio de 2022

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Redacción Yo También

Un dolor intenso, rabia e impotencia sentí cuando me enteré del atroz asesinato de Luz Raquel Padilla, cuidadora de su hijo con discapacidad y activista por el derecho al cuidado en Zapopan, Jalisco; integrante de la colectiva “Yo cuido México”, que agrupa a madres cuidadoras que busca visibilizar el cuidado como trabajo y como derecho, basado en la corresponsabilidad de la familia, sociedad, mercado y el Estado. 

Unos días antes había coincidido con Luz Raquel en el foro del ayuntamiento “Nos toca cuidar”, organizado con el fin de promover el sistema municipal de cuidados. Recuerdo su sonrisa, amabilidad y disposición para aportar propuestas, basadas en su experiencia como cuidadora, en las mesas de trabajo que se instalaron con organizaciones de la sociedad civil y personas del funcionariado del ayuntamiento, para hacer operativo el sistema integral de cuidados.

No supimos de la violencia que estaba enfrentando, se concentró en narrar las necesidades que tiene una cuidadora de una persona con discapacidad y de la urgencia de contar con redes de apoyo institucionales para continuar con su labor. 

Es inconcebible la saña y el odio con el que fue asesinada, y no dejo de preguntarme cómo fue posible que nadie fuera capaz de detener tal agresión.

No logro, ni quiero imaginar, el intenso dolor de que le prendieran fuego viva, pero sigo sin entender cómo nadie pudo intervenir en el momento de la agresión, ni en las amenazas y agresiones de las que ya había sido objeto, todo por la total incomprensión e insensibilidad de lo que significa atender a un niño con trastorno del espectro autista. 

El feminicidio de Luz Raquel debe ser considerado como tal, porque la mataron por ser una madre al cuidado de su hijo con discapacidad, porque lo hicieron con odio y saña, porque vivió violencia feminicida por parte de su ex pareja, de sus vecinos y de las autoridades que no actuaron para poner un alto a las amenazas y agresiones. 

Es el primer feminicidio del que tengo memoria, que se trata de una mujer cuidadora a cargo de un niño con discapacidad. Por ello, es que este feminicidio no puede quedar impune, se debe dar con los asesinos y sancionarlos con todas las agravantes de la ley, pero también con los responsables dentro de las autoridades que no actuaron a tiempo. 

Las autoridades de la entidad deben hacerse cargo de las necesidades de cuidado de Bruno, su hijo, y de la madre de Luz Raquel; y a partir de este caso, el sistema de cuidados que busca implementarse en el municipio debe tomar medidas para tejer redes de apoyo institucional para el cuidado de personas con discapacidad y para atender las violencias que viven las personas cuidadoras. 

Se deben revisar las actuaciones de todas las autoridades involucradas en la prevención y atención de las denuncias de violencia, para detectar las fallas y corregirlas. Se debe poner toda la voluntad política, que incluye el diseño e implementación de políticas públicas, profesionalización de servidores, áreas especializadas de atención y presupuesto público transparente, para poner un alto a las violencias que viven diariamente las mujeres. 

Las medidas cautelares y/o de protección deben ser integrales y acordes a las necesidades de las víctimas, para que cumplan con su función de poner a salvo la vida de aquellas mujeres que viven violencia feminicida. Deben estar claros los protocolos y los criterios para implementar dichas medidas. En conclusión, se requiere de un compromiso institucional para que casos como el feminicidio de Luz Raquel no se repitan.

Por Martha Tagle