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“A las mujeres con discapacidad se nos exige demostrar que valemos”: Cristina Perea

La académica de la Universidad Autónoma de Chihuahua comparte cómo ha sido su vida como mujer con discapacidad visual y un diagnóstico que conoció hasta que su hijo nació con su misma condición.

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8 de marzo de 2023

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Itzel Ramírez

Profesora universitaria en las dos instituciones públicas más importantes de Chihuahua y activista de los derechos de las personas con discapacidad, Ana Cristina Perea Núñez todavía recuerda cuando le impidieron entrar a una secundaria por ser una mujer ciega, o cómo fue cuestionada por ejercer su derecho a la maternidad. 

Aunque ahora cuenta esos episodios como anécdotas ‘curiosas’, Ana Cristina no deja de poner el dedo en el renglón sobre cómo las mujeres con discapacidad se ven obligadas a sortear un doble rasero de discriminación, primero por su género y, luego, por su condición de discapacidad. 

Diagnosticada con amaurosis congénita de Leber, una rara enfermedad de la retina, Perea Núñez conversó con Yo También a propósito del 8M. 

¿Cómo ha sido ser una mujer con discapacidad en la academia, un ámbito -como muchos- dominado por hombres?

Es muy notoria esta situación en las dos universidades (la Universidad Autónoma de Chihuahua y la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez), en las dos carreras en las que imparto clases, la mayoría de mis compañeros son hombres, mi experiencia ha sido interesante, diferente por ser mujer y persona con discapacidad (pcd) visual. 

En mi caso, creo que he vivido mayor discriminación por ser persona con discapacidad, aunque no precisamente en la universidad; dentro de los retos que puedo platicar está, por ejemplo, cuando un director nos dijo a mis padres y a mí que no podía entrar a esa secundaria. 

Literalmente nos dijo: “si la aceptamos a ella, después puede venir un ‘tontito’ a pedir el lugar y se lo tendríamos que dar”. Imagínate, así lo dijo, son de esas cosas que a veces no quisiera acordarme, que quisiera olvidar, pero que ya pasaron y que forman parte de la realidad. 

En el caso de las escuelas en las que trabajo, por fortuna siempre he abierto las puertas, son mucho de tomar la iniciativa y las personas que están en la posibilidad de tomar decisiones siempre han colaborado conmigo. 

En la rectoría, por ejemplo, los cajeros están en braille, así que en ese sentido, no tengo queja. 

Ahora, como docente con discapacidad tampoco he tenido algún problema o dificultad mayúscula, aunque sí en algún momento me he puesto a pensar si cuando algún alumno se da de baja de mis clases en la primera semana, lo hace porque no se les acomodó el horario o porque su maestra es ciega. 

Lo bueno es que no es algo que pase mucho. (Risas)

Así que para llegar a la universidad, antes hubo que picar piedra para encontrar la secundaria, ¿cómo lo lograron?

Mis papás querían que estuviera en esa secundaria, que era privada, porque la escuela tenía transporte escolar y nos hacía falta ese apoyo. Cuando nos contestan que no, tuvimos que buscar en otro lado y encontramos una secundaria pública bastante buena, el director nos dijo que nunca había tenido un alumno ciego, pero que sí, que le entraba y que iba a hacer todo para que fuera integrada, como se decía en ese entonces. 

Y así fue que llegué y realmente yo les fui marcando la pauta, les decía que tenía mi máquina de escribir, que si escribían en el pizarrón me dictaran, o que algún compañero podría ayudarme y así le hicimos también en la preparatoria y en la universidad. 

Nunca tuve problemas de actitud pero sí maestros que se les cerraba un poquito el mundo y es que falta mucho, para empezar hay mucho temor hacia lo desconocido, si son personas que no han convivido con la discapacidad, existe temor, falta sensibilización, concientización y por supuesto apoyo del gobierno. 

Antes no existían las USAER (Unidades de Servicios de Apoyo a la Educación Regular), cualquier apoyo a un estudiante con discapacidad era cuestión y decisión de la escuela como tal, de los maestros y de la familia. 

Y aun con esos cambios, la verdad es que el panorama no ha mejorado tanto, de hecho justo ahora estoy buscando secundaria para mi hijo que heredó mi condición. Y en esa búsqueda, es evidente que los obstáculos hacen que sean muy pocas las personas que pueden continuar laborando y todavía menos las que llegan al ámbito laboral.

En su desempeño docente, ¿cómo atiende a estudiantes con discapacidad?

No he tenido alumnos con discapacidad física, pero sí a algunos con necesidades educativas especiales como TDH o Asperger y me acerco siempre a platicar con ellos para saber cuáles son sus necesidades. 

Yo, como alumna con discapacidad, llegué a la UACH, cursé mi licenciatura en Ciencias de la Comunicación y, posteriormente, mi posgrado en Administración con especialidad en recursos humanos, después, ya alrededor del 2000 o 2001 trabajaba en un periódico de Juárez, cuando hubo un recorte y me tocó. 

Me puse a trabajar en una AC, estaba haciendo mi maestría y me di cuenta de que estaban solicitando maestros, llegué pensando que si me escogían, me integraría al siguiente ciclo escolar. 

El secretario académico me conoció, me dijo que él tenía una clase que podía pasarme porque tenía mucho trabajo, tal cual me dijo: “¿la quieres?, ¿sí?, ok, empiezas mañana, ve armando tu clase”.

Y así estuve un año dando clases, luego me fui a dirigir una AC de apoyo para personas con discapacidad pero por allá del 2012 estaba haciendo los trámites para titularme de la maestría, porque había quedado como pasante, me ve el director y me pregunta si no quiero integrarme de nuevo a la docencia.

Lo retomé y desde entonces estoy en la UACH y en 2021 me dieron la oportunidad de trabajar en la UACJ. 

En la UACH doy Taller de comunicación oral a dos grupos en la licenciatura de Ciencias de la Comunicación y en maestría doy Dirección estratégica y en UACJ imparto la clase de Técnicas de expresión oral y escrita en la licenciatura en Derecho. 

Entonces ha sido periodista, docente, activista… en una ciudad como Juárez, ¿cuáles han sido las opciones que le ha brindado en términos de terapias y tratamientos y cómo han contribuido a su desempeño profesional?

Realmente en esta ciudad es muy poco el apoyo y es muy poca la oportunidad de tener servicios de rehabilitación que existe, ahora tenemos el Centro de Estudios para Invidentes, pero hace más de 40 años, cuando yo era pequeña, no había ninguna institución así de especializada, había únicamente una que era la escuela Luis Braille, pero nada más. 

¿Y en términos de diagnóstico?

Yo soy ciega de nacimiento, tengo una condición hereditaria que se llama amaurosis congénita de Leber una condición de la retina bastante rara que tienen sólo 32 mil personas en el mundo, según algunas cifras. 

En mi caso no sabemos cómo se presentó porque todos, a excepción mía y de mi hijo, pueden ver. Cuando era pequeña tenía un campo visual realmente muy limitado prácticamente siempre fui declarada como ciega total, ahora alcanzo a ver la luz del sol y nada más. 

Pero yo no fui diagnosticada hasta que nació mi hijo, yo no sabía que tenía una condición que podía heredar, aunque independientemente de ello, hubiera tomado la misma decisión, la de ser madre. 

Sobre eso, ¿cuál ha sido su experiencia con los estigmas hacia las mujeres con discapacidad y su derecho a la sexualidad, a la maternidad?

Nos pasa a muchas mujeres con discapacidad, creen que porque tenemos esa condición no podemos tener hijos porque no los podemos cuidar, o bien, se van al extremo de pensar que como ya tenemos una discapacidad, entonces será fácil criar a un hijo con la misma discapacidad. 

La verdad es que como madre fue difícil porque la condición que tengo no me la diagnosticaron oficialmente hasta que se la diagnosticaron a mi hijo. Es una condición que no se nota desde un principio, se va uno dando cuenta de que no fijas la mirada o no sonríes a la persona, no sabíamos que tenía la discapacidad como hasta los dos, tres meses, fue que empezamos a llevarlo con médicos. 

Como cualquier madre, lo que viví fue un duelo, fue difícil porque no sabía que la podía heredar, pero no fue una situación que me duró mucho tiempo.

Hay una escena que muestra lo que vivimos muchas mujeres con discapacidad: en una ocasión estaba en un evento de la fundación en la que participaba, yo era maestra de ceremonias y estaba en el pódium, de forma que solo se me veía la cara. 

En algún momento tuve que entregar unos reconocimientos, se me ve el cuerpo y una persona grita: ‘¡Está embarazada!’. Pues claro, pensé, soy mujer y tengo derecho. 

Ahora me río, pero sí ha sido duro que me han cuestionado personas, incluso profesionistas que, se supone, tienen mayor formación y criterio, pero que a la hora de los estigmas, siguen con sus ideas. 

Eso ha sido complicado porque como mujeres con discapacidad, la sociedad nos exige demostrar, tenemos que andar demostrando que valemos, que tenemos talento. 

Yo misma debo demostrar que tengo empleo, que soy independiente, que puedo criar a mi hijo, que tengo capacidad de hacer muchas cosas,, y eso no es algo que se exija a todos.

Por Itzel Ramírez

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