Logotipo de Yo También
Tonatiuh Meaney.Tonatiuh Meaney.

Las ciudades como núcleo de la diversidad

Si se considera que la movilidad es un derecho, entonces debe existir para todas las personas y no solo para unas afortunadas.

Ícono de calendario

29 de marzo de 2022

Ícono de autor

Por Tonatiuh Meaney

En la columna anterior platicamos de la antropoemia (el acto de excluir de la sociedad lo que nos causa miedo). Hoy veremos como las ciudades, especialmente las grandes, pueden ser protagonistas o no de esta cuestión. Las ciudades pueden permitir a las personas con discapacidad construir comunidades fuertes, resistentes contra la antropoemia. Ligeras variaciones en el diseño urbano pueden tener impactos importantes en la calidad de vida de miles de personas con discapacidad que terminan beneficiando a todas las personas. En una pequeña ciudad puede resultar muy complejo instalar rampas o hacerlas efectivas, pues el costo que implica dar acceso a una población pequeña puede ser elevado. En cambio, las ciudades más grandes tienden a tener mayor posibilidad de integrar a más personas. La libertad de las personas con discapacidad también genera libertad en las personas sin discapacidad. Algunas ciudades modernas, a diferencia de las antiguas, permiten que los mensajes minoritarios encuentren amplificación de sus voces, gracias a la tecnología y la aglomeración económica, que hacen eficiente la comunicación y movilidad. Esto es importante, cuando las minorías han sido segregadas de las agendas políticas, incluso por supuestas izquierdas, por no generar votos como sí lo hacen las clientelas electorales tradicionales.

Si se considera que la movilidad es un derecho, entonces debe existir para todas las personas y no solo para unas afortunadas. Las ciudades de hoy deben ser vitales, sostenibles, seguras y sanas. Hay muchas formas de hacer que las ciudades sean así, y todas llevan a la integración de la diversidad de personas. Y por lo tanto, de actividades, arquitecturas y funcionalidades. Que haya espacios para caminar, rampas, bancas, que haya diversidad también de usos, que sea orientada primero al peatón y luego al auto. En muchos lugares no se ponen bancas porque se piensa que van a ir vagabundos a dormir, (esta es la aporofobia, o miedo a los pobres, muy similar a lo que hoy se le llama disfobia o miedo a las personas con discapacidad) y lo único que se logra es espacios vacíos y por lo tanto inseguros, no caminables. Caminar o moverse es la base de la actividad humana. En la colonia donde yo vivo, en una ocasión, hicieron ciberacoso a un chico que extenuado al regreso de un examen, se quedó dormido en una banca. Ahora quieren quitar las bancas, dejando a decenas de ancianos sin nodos de descanso. 

En general, el mobiliario en las ciudades está diseñado para un hombre blanco de 1.75 metros, de 35 años que trabaja, etcétera. Es común ver niños, niñas y personas de la tercera edad con los pies volando, sin tocar el suelo, y personas con discapacidad que no pueden siquiera llegar a la banca porque antes hay que subir una escalera o una rampa en 45 grados. Los espacios deben ser progresivos, que sirvan para todo tipo de personas. La ciudad es más a escala humana mientras más personas puedan caminar más en ella.

Transformar la ciudad en un lugar de encuentro implica admitir que todas las personas somos distintas en nuestra funcionalidad. El primer paso en la escala humana es saber que la escala humana es múltiple. Construir a partir de eso es lo que dará un nuevo rostro a las ciudades donde todas las personas quepamos y así vivamos en paz y comunidad. Hoy se puede hacer una ciudad híbrida entre la ciudad creativa, global, y la ciudad de escala humana. Debemos recordar que cada persona libre hace más libres a las otras, y eso lo puede permitir una ciudad bien diseñada.

* Criminólogo, urbanista, y matemático. Responsable de análisis espacial en iSTAR (Laboratorio Internacional de Investigación y Análisis Espacial). UNAM-Universidad Estatal de California. Twitter: @meaneysuarez