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Cipriano Santos y su esposaCipriano Santos y su esposa

“Dios me bendijo con la polio”

Cipriano Santos se contagió por una vacuna importada en 1958 donde la cepa del virus estaba activada. Las secuelas le provocaron una discapacidad motriz y siente que su destino hubiera sido mucho menos afortunado de no haber adquirido la enfermedad. Pasó toda su vida laboral en EU y hoy está de regreso como profesor distinguido en machine learning en el TEC.

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24 de octubre de 2022

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Bárbara Anderson

“Yo no recuerdo cómo se sentía caminar. Cuando tenía tres años mis hermanas me habían llevado a pasear en triciclo al Parque México. Al regreso, recuerdan, yo ya no tenía fuerzas para pedalear y arrastraba los pies. Llegamos a casa y comencé a tener fiebre y me acostaron en la cama de mis papás. Ahí me quedé las dos semanas que duró el proceso de la infección en mi cuerpo.  En 1958 un lote de vacunas contra la poliomielitis producidas en los Estados Unidos con la fórmula de Jonas Salk se envasaron con la cepa activa; es decir que inocularon directamente el virus en los niños. Yo fui uno de esos afortunados, Dios me bendijo con la polio.”

Esta declaración es parte del perfil de Cipriano Santos, uno de los 24 mexicanos con discapacidad que forman parte del libro (IN) VISIBLES que acabo de lanzar. 

Siempre me llamó la atención que agradeciera que ese error de un laboratorio lo dejara usando desde su infancia braces (aparatos) en sus piernas y ya en estos últimos años, en una silla de ruedas. 

Su condición le permitió desarrollar el ingenio para no perderse las salidas ni los juegos con amigos en su colonia (La Roma) donde todo era a un ritmo que bien pudo reproducir en su película Alfonso Cuarón, de quien por cierto, fue vecino. 

“En toda mi familia hay muchos médicos, y un tío, hermano de mi mamá, era pediatra y fue el más presente, tanto que hasta me había conseguido un pulmotor en el Hospital Infantil por si el virus se extendía a los pulmones.

Pero la polio sólo atacó las terminales nerviosas de las piernas y ya no pude caminar por mis propios medios.

Parece que ese paseo en el Parque México hubiera borrado misteriosamente todos mis recuerdos previos, esos de cuando sí caminaba. Es raro, pero no estaba ni triste ni enojado.

En esos momentos, al tratar de pararme, mi sentimiento era de frustración. Rápido empezaron las rehabilitaciones, la natación, los fisioterapeutas y los famosos braces (aparatos) en las piernas que junto con las muletas me permiten aún moverme de un lado a otro. Sin dudas la polio representó un reto enorme en mi vida: Dios me quitó las piernas, pero me dio las alas de la imaginación.” 

Con una talento propio para las matemáticas, este doctor en  Investigación de Operaciones, llegó a ser Distinguished Technologist en Hewlett Packard, es especialista en machine learning y desde este año profesor distinguido en el Tecnológico de Monterrey, afiliado a la Escuela de Ingeniería y Ciencia en el campus Guadalajara. 

Por Bárbara Anderson