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Dos jugadores de fútbol americano chocando sus cascos al caer al sueloDos jugadores de fútbol americano chocando sus cascos al caer al suelo

Aumenta la evidencia de que a largo plazo los deportes de contacto provocan lesiones en el cerebro

Jugadores de rugby de Inglaterra y Gales llevan a la corte a sus federaciones deportivas alegando daños que se traducen en limitaciones neurológicas.

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27 de marzo de 2023

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Conocer en persona a Nelson Mandela tenía que ser algo muy impactante para cualquiera pero Alix Popham, un exjugador escocés de rugby, no tiene recuerdos de cuando conoció al legendario presidente de Sudáfrica antes de un partido. Durante ese encuentro, recibió un golpe en la cabeza tan fuerte que sufrió una conmoción cerebral severa, una lesión que le sacudió el cerebro dentro del cráneo.

Las conmociones cerebrales pueden hacer ver estrellas a las personas o entorpecer los movimientos de su lengua. También pueden perder el conocimiento, como le sucedió a Popham, y olvidar lo que pudieron haber sido recuerdos valiosos.

Pero Popham, quien aparece en la foto chocando contra el brazo de un rival, cree que los cientos de golpes que recibió en el transcurso de su carrera de rugby le privaron de más cosas. En la actualidad se desorienta con facilidad, no tolera el ruido ambiental y en una ocasión, durante un ataque de furia, destrozó el barandal de las escaleras de su casa. Tiene sólo 43 años y ya lo diagnosticaron con principio de demencia temprana.

Popham no es el único. El año pasado, Rylands Garth, una firma de abogados británica, presentó una denuncia en contra de World Rugby, el sindicato de la federación mundial de este deporte, y también en contra de las federaciones de Inglaterra y Gales, representado a 225 exjugadores profesionales que viven con limitaciones neurológicas.

Este es sólo uno de tantos casos en Europa. Deportistas de entre 30 y 50 años viven con una serie de condiciones que incluyen enfermedad motoneuronal, demencia temprana, Parkinson y encefalopatía traumática crónica, o CTE por sus siglas en inglés. 

Preocupa que estas lesiones se deban a carreras profesionales de deportes de contacto, y que las autoridades deportivas no tomen las medidas adecuadas para prevenirlas.

El resultado de estas demandas legales, y también de los cambios que se puedan dar en la práctica de los deportes de contacto, depende de la evidencia científica más reciente que busca relacionar golpes históricos en la cabeza con diversas condiciones neurológicas que afectan a los jugadores en la actualidad. En Estados Unidos, la NFL y la NHL enfrentaron demandas similares en 2013 y en 2018, respectivamente.

La presa se rompió demasiado pronto

La preocupación comenzó cuando surgió evidencia de que las conmociones provocan, en algunos casos, encefalopatía traumática crónica. Esta enfermedad degenerativa del cerebro provoca pérdida de memoria, confusión, problemas para controlar impulsos, y algunos otros síntomas. La preocupación por la conmoción, que es una forma traumática menor de lesión cerebral, o TBI por sus siglas en inglés, se da también en otros deportes como el hockey, el box y el fútbol.

Se considera que las lesiones traumáticas del cerebro  aumentan el riesgo de desarrollar demencia. En 2020, la comisión de demencia de The Lancet que trabajó en conjunto con académicos para recomendar formas de frenar el crecimiento de condiciones neurodegenerativas, agregó las TBI a la lista de factores causantes. Asimismo, existe un  trabajo relevante de experimentos con ratones que demuestra que los golpes en la cabeza, incluso cuando no resultan en las señales clásicas de conmoción, pueden dar lugar a lesiones en el cerebro y principios de CTE.

En 2019, en un estudio con casi 8 mil exfutbolistas profesionales en Escocia, se reportó que el índice de muerte por enfermedades neurodegenerativas era 3.5 veces más alto de lo esperado. En 2021, el mismo estudio demostró que el riesgo general de los futbolistas de desarrollar problemas en el cerebro se relaciona con su posición en el campo, siendo los defensas los más vulnerables, y también con la duración de sus carreras. 

Los que trabajaron en el estudio indicaron que estos resultados, junto con el trabajo postmortem, probaba que las lesiones en la cabeza son un importante factor de riesgo para desarrollar enfermedades neurodegenerativas en los futbolistas.

En un estudio reciente que se publicó en Brain Communications se descubrió que la edad en que se comenzó a jugar fútbol americano y la cantidad de años que se jugó estaban relacionados con una menor cantidad de materia blanca en el cerebro y con comportamiento impulsivo. La materia blanca es el entramado neuronal que conecta las neuronas con el cerebro. Todo esto apunta a que hay una relación entre dosis y respuesta. En otras palabras, un mayor número de golpes en la cabeza parecen incrementar el riesgo de daños a largo plazo.

En 2022 otro estudio de Brain Communications analizó los cerebros de 44 jugadores de élite de rugby, incluyendo los de tres mujeres, y los comparó con grupos de control de personas que realizan deportes sin colisiones, y con personas totalmente alejadas del deporte.  Además los escaneos cerebrales de los jugadores se hicieron con un año de diferencia.

Los investigadores descubrieron que con o sin lesiones recientes, diez de ellos presentaban anormalidades en la materia blanca, lo que indica que hay fibras nerviosas afectadas. Se encontraron también pequeños desgarros en los vasos sanguíneos que provocaron sangrado en tres de los jugadores de rugby. Entre los jugadores que se realizaron escaneo cerebral, la mitad presentó reducción en el volumen del cerebro en un año.

Además, se detectaron problemas también en jugadores que no presentaban ninguno de los síntomas clásicos de conmoción. Sin embargo, aunque los resultados sean alarmantes, un estudio de corto plazo como este no sirve para demostrar que estos jugadores vayan a tener mayores dificultades neurológicas en el futuro. Para eso, se necesita que los estudios sean de largo plazo.

Oscuros pronósticos

Aún no queda claro cómo contribuye todo esto a las condiciones neurológicas de largo plazo como la demencia. Una teoría, dice Neil Grahan, neurólogo del Imperial College de Londres, es que una TBI puede desatar un proceso neurodegenerativo que se propague con el tiempo. 

Se respalda esta idea con el trabajo en animales que demuestra que las lesiones a los axones, que son las partes más largas con forma de hilos de las neuronas que conectan las diferentes células y transmiten señales eléctricas, pueden generar formas anormales de proteínas cerebrales como Tau y Amyloid. Éstas se pueden agrupar y esparcir por todo el cerebro. Los amontonamientos anormales de proteínas como éste son una de las posibles causas del Alzheimer.

El doctor Graham dice también que se necesita una mejor tecnología para entender lo que les sucede a los jugadores durante los partidos. El observar únicamente cómo responden los jugadores en la cancha después de un  golpe en la cabeza puede resultar engañoso.

“Tenemos que utilizar biomarcadores con pruebas de sangre ultrasensibles para obtener información objetiva”,

dice. 

Las investigaciones en sangre y saliva demuestran que se pueden obtener datos de lo que sucede dentro del cerebro al buscar los biomarcadores moleculares, incluyendo tau, proteína ácida fibrilar glial, y la ubiquitina carboxiterminal hidrolasa L1, que se presentan en la sangre a las pocas horas de una lesión. La reciente aprobación, en Estados Unidos, de una prueba de sangre para TBI leve demuestra que pronto se podrá identificar y medir una lesión de ese tipo de forma objetiva, incluso a un lado de la cancha. 

Las federaciones no han utilizado ese tipo de tecnologías en el pasado, pero las cosas pueden cambiar. World Rugby está probando guardas con acelerómetros, que pueden medir las fuerzas a las que se someten los jugadores durante el partido.

Aunque la ciencia avanza, seguirá siendo difícil para los jugadores con demencia o problemas relacionados probar la causa. Tienen que demostrar que, haciendo un balance de probabilidades, lo que sucedió hace décadas provocó los problemas que sufren en la actualidad, explica Jack Anderson, profesor de leyes deportivas de la Universidad de Melbourne. 

Esto será difícil, y más porque es poco probable que se conservaran los registros médicos. Los casos de muchos jugadores van a depender  de los avances en las imágenes médicas, junto con evidencia epidemiológica que busca demostrar lesiones cerebrales y su causa probable.

Se grita pero nadie escucha

En 2021, tras la demanda, World Rugby publicó un plan de seis puntos en el que se comprometía a mejorar el bienestar de los jugadores. La organización está realizando sus propios estudios sobre los golpes en la cabeza, revisando leyes existentes y ajustando sus políticas, asumiendo que existe una relación entre los continuos golpes en la cabeza y CTE. Pero no se han logrado muchos avances. 

Existen ejemplos de rutina de hombres y mujeres que reciben golpes brutales en la cabeza durante el partido y que siguen jugando. World Rugby dice que se están revisando esos incidentes y los equipos de doctores que se equivocaron en sus evaluaciones tienen que recibir una capacitación adicional o incluso medidas disciplinarias. 

Las recomendaciones oficiales dicen que durante el entrenamiento, los jugadores sólo pueden tener 15 minutos de tiempo de contacto a la semana, es decir, de choque a toda velocidad, como sucede en los partidos. Pero los lineamientos no sirven de mucho en los equipos y jugadores hambrientos de competencia.

James Drake, presidente de la Fundación Drake, una organización sin fines de lucro que patrocina investigaciones sobre los efectos a largo plazo de una carrera en deportes, habla de que existe evidencia de que el rugby era más seguro durante su era amateur. Ahora es más profesional, los jugadores son más fuertes. En el pasado, los jugadores tenían que ser rápidos y ágiles y ahora se trata de un deporte de colisión. 

En cuanto al fútbol, los jugadores ingleses ya están denunciando la negligencia al estilo rugby que existe y la Asociación de Futbolistas Profesionales ya cuenta con un “departamento de salud cerebral” para hacer campaña en favor de protocolos más fuertes relacionados con conmociones y para ayudar a los exjugadores con demencia. También están tratando de crear conciencia entre los jugadores actuales y futuros de los peligros potenciales de golpear el balón con la cabeza.

Para ampliar la base de evidencias, exatletas de diferentes deportes donaron sus cerebros para investigaciones médicas. El “banco de cerebros” de la Universidad de Boston tiene más de 700 cerebros con CTE, y la mayoría pertenecen a exatletas. 

Hasta febrero, 345 de 376 cerebros de jugadores de la NFL que se estudiaron en el banco habían sido diagnosticados con CTE. La cifra contrasta fuertemente con las bajas cifras de CTE que se encontraron en los cerebros de no atletas, aunque las muestras del banco pueden estar sujetas a una selección parcial.

Cuando nadie parece escucharte

Las demandas de rugby, así como los casos de la NFL hace una década, probablemente terminen en un acuerdo. Un ley reciente en Los Ángeles es muestra de lo difícil de probar que son estos casos ya que un juez rechazó una demanda por 55 millones de dólares por parte de la viuda de un exjugador de fútbol americano quien aseguraba que los 6 mil golpes que sufrió su esposo durante su carrera le provocaron daño cerebral permanente y provocaron su muerte a los 49 años.

Para la parte acusadora, el caso va más allá de una compensación económica. Popham dice que, si se ofreciera un acuerdo sólo lo tomaría si se implementaran nuevas reglas para que jugar rugby fuera más seguro.

 “Sabiendo lo que sé, ahora veo al rugby de forma distinta”, dice. La evidencia tal vez no sea definitiva. Pero de alguna forma o de otra, Popham y sus compañeros están decididos a lograr que el rugby sea diferente.

Por The Economist | Traducción: Graciela González

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