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Fotografía a blanco y negro de dos hombres frente al mar, uno está sentado en la arena, tocando la punta de sus dedos; y el otro está de pie, tiene la mano izquierda cerca de su boca con la palma abierta en señal de que está gritando, lleva puesta una gorra y una playera, sostiene con la mano derecha una tabla de surf.Fotografía a blanco y negro de dos hombres frente al mar, uno está sentado en la arena, tocando la punta de sus dedos; y el otro está de pie, tiene la mano izquierda cerca de su boca con la palma abierta en señal de que está gritando, lleva puesta una gorra y una playera, sostiene con la mano derecha una tabla de surf.

Daniel Gómez De La Vega, campeón de surf adaptado

Deportista, conferencista y filántropo, enseña a surfear a niñas, niños y jóvenes con discapacidad.

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3 de febrero de 2022

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Redacción Yo También

Por Mariana Chávez

“A veces, lo que pareciera una tragedia en realidad es una oportunidad para encontrar nuestros superpoderes”, afirma Daniel Gómez de la Vega, quien, a sus 38 años, ya es campeón de surf adaptado, conferencista y director de la Fundación Surfeando Sonrisas.

Fue en junio de 2011 cuando la vida de Daniel, también administrador de empresas, cambió por completo: a sus 26 años tuvo un accidente en motocicleta que le ocasionó paraplejia (pérdida de movimiento y sensaciones de la cintura hacia abajo por una lesión medular).

Los primeros meses pasó por un proceso emocional muy complejo: negación, frustración, tristeza, enojo.

“Estaba enfurecido con la vida, conmigo, con las circunstancias. Me dolía la cara de la tensión que expresaba”. 

Este enojo lo dirigía a la gente que lo rodeaba, incluyendo su familia, sin saber que ellos también estaban pasando su propio duelo.

“Mi mamá estaba destrozada, mi papá intentaba mantenerse fuerte y mi hermano estaba triste, pero también desplazado porque toda la atención se dirigía hacia mí”.

Pilares contra la depresión y tristeza

Daniel cuenta que encontró la fuerza para salir adelante en tres pilares: el deporte, el trabajo emocional y sus seres queridos (familia y amigos).

Desde niño había practicado fútbol, vela, pesca, natación y surf, pues pasó gran parte de su infancia y juventud en Acapulco.

“Gracias al deporte aprendí la constancia, la disciplina y a romper mis límites y miedos, herramientas que fueron clave para mi recuperación tanto física como emocional”.

Tras el accidente dedicaba de cinco a ocho horas al día a su rehabilitación, hecho que comenzó a fortalecerlo.

“Entendí que el dolor puede durar días o semanas, pero si te dejas vencer puede durar toda la vida”.

Del egocentrismo al surf

En un principio se puso metas muy grandes, como participar en triatlones tan retadores como el Ironman (carrera muy extensa con pruebas extremas).

Conquistar esas pruebas le otorgó el valor necesario para salir a la calle, trabajar y acercarse a mujeres, pero todavía no se sentía pleno.

“Fueron mis amigos y mi novia, hoy esposa, quienes me mostraron que me estaba sobre exigiendo para demostrarle a los demás que sí podía, porque en el fondo me sentía pequeño y me estaba convirtiendo en un ser egocéntrico”.

Comprendió que lo que en realidad quería y le faltaba era sonreír. “No hay peor discapacidad que una mala actitud”, opina.

Nuevos poderes

A partir de entonces enfocó su vida en todas aquellas actividades que le hacían sentirse feliz, y el surf era una de ellas. Descubrió la empatía nacida de su propia vulnerabilidad, el agradecimiento y el trabajo en equipo.

“Reconocí todo el trabajo y apoyo que había recibido de amigos, familia, terapeutas e incluso desconocidos que al verme en la playa me ayudaron a acercarme al mar”.  

Tres años después de su accidente, lo invitaron a dar una plática a jóvenes futbolistas. “Pensé que se trataba de algo informal; sin embargo, llegué y había un gran aforo. Decidí hablarles desde el corazón”.

La charla fue un éxito y a partir de entonces otorga conferencias en México y otros países, incluyendo a la Selección Mexicana de Futbol, Babson Latin Forum, Entrepreneur Organization, Google y HSBC. Sus temáticas son la inteligencia emocional, la actitud ante la vida, la zona de confort, la importancia de la inclusión.

“Estar en una silla de ruedas en un país como México te quita muchas oportunidades. La discriminación es una constante, hay competencias donde no puedes participar y lugares donde incluso ni siquiera puedes ir al baño».

Surfea por sonrisas

En 2018 Daniel creó Surfeando Sonrisas, fundación dedicada a generar felicidad a través del surf en niños y niñas que viven con discapacidad.

Su amigo Arturo Tamayo, quien lo acompañaba y lo apoyaba a surfear, al ver la felicidad en su rostro lo conminó a compartirla.

Para lograr su objetivo organiza clínicas de surf, donde invita a niños y jóvenes con discapacidad a que vivan la experiencia de libertad que otorga ese deporte.  

“Sus caritas sonrientes son la señal de que voy por buen camino”.

Mientras Surfeando Sonrisas crecía y se fortalecía, Daniel se convirtió en padre, hoy tiene dos hijos que lo impulsan a forjar seres humanos empáticos e inclusivos. 

Surfea por sonrisas después del COVID

El COVID inevitablemente frenó las clínicas de surf, pero no a Daniel. En marzo del 2020 participó en el Campeonato Mundial de Surf (AmpSurf ISA World Para Surfing Championship) en California, donde obtuvo el tercer lugar, primera medalla para México en este deporte adaptado.

En el 2021, hizo un viaje en camioneta en el que recorrió 4000 kilómetros de Puerto Vallarta, Jalisco, hasta Zipolite, Oaxaca, para organizar un par de clínicas y explorar nuevas playas. Este 2022 tiene planeado hacer 10 clínicas más en Colima, Ixtapa, Acapulco y Zipolite. Además, ya recibió una invitación para ir a Los Cabos.

Planea obtener una certificación internacional para formar deportistas y entrenadores en surf adaptado, así como crear una Selección Nacional para llegar a los Juegos Paraolímpicos.

«Queremos que más personas con discapacidad practiquen surf y tengan la exquisita experiencia de sentir el placer de la libertad y de igualdad que este deporte otorga, pues en el agua, como en la vida, todos somos iguales».