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Fotografía de un hombre de edad adulta a contraluz frente a una ventada cuya expresión refleja soledad y tristeza.Fotografía de un hombre de edad adulta a contraluz frente a una ventada cuya expresión refleja soledad y tristeza.

Confinamiento por COVID-19, más allá de los efectos evidentes

Las sensaciones de soledad, tristeza o melancolía no solo son provocadas por el encierro, sino también por lo reducido de los espacios que se habitan.

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17 de marzo de 2021

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Redacción Yo También

Las sensaciones de soledad, tristeza o melancolía no solo son provocadas por el encierro, sino también por lo reducido de los espacios que se habitan.

Por Débora Montesinos

Después de trabajar en un hospital psiquiátrico como enfermero, un famoso arquitecto entendió cuánto pueden afectar a las personas con y sin discapacidad elementos sutiles, como el espacio, el acceso y el movimiento, que tras casi un año de confinamiento obligado por la pandemia de COVID-19 cobran una relevancia inusitada.

A 12 meses en México, o un poco más en otros países, de que las autoridades recomendaron el confinamiento para reducir la ola de contagios del coronavirus SARS-CoV-2 causante de la COVID-19, muchas personas experimentan sensaciones de soledad y aislamiento. Una primera lectura indica que se trata de un efecto del llamado distanciamiento social; sin embargo, el arquitecto Andreas Tjeldflaat responsabiliza, también, al diseño de los departamentos o casas que habitamos.

En un artículo publicado por Fast Company, Tjeldflaat da detalles del concepto de diseño de vivienda que ha desarrollado desde antes de la pandemia y que ha cobrado popularidad porque fomenta la interacción social. De hecho, se basa en los modelos habitaciones escandinavos que en México han sido estudiados como un esquema de vivienda colaborativa que puede ser bien recibido, por ejemplo, por personas mayores. 

El Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) indica que en México ese grupo está conformado por más de 13 millones de personas, de las que 16% se encuentran viviendo en situación de abandono. Y aun cuando la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS), revela que el 85 por ciento de adultos de entre 60 y 75 años son independientes al momento de realizar las actividades de su vida cotidiana, la mayoría de los arrendadores no están dispuestos a aceptarlos como arrendatarios.

De ahí que en 2020, empezó a discutirse una iniciativa dirigida al bienestar de las personas mayores que pasa reformar las leyes de Vivienda y la de Derechos de las Personas Adultas Mayores para impulsar el modelo de vivienda colaborativa (cohousing), como una herramienta para eliminar situaciones de discriminación y abandono de los y las mayores de 60 años. Una vivienda digna y funcional en todos los sentidos sería un gran paso para ello.

Según el arquitecto fundador de Framlab, un estudio de investigación y diseño arquitectónico con sede en Nueva York y Bergen, Noruega, la vivienda se ha desconectado de su función social.

“Esto incentiva el desarrollo de estudios y apartamentos de un dormitorio hechos a la medida para maximizar los metros cuadrados rentables y el retorno de la inversión”, explica. «Una mentalidad de optimización financiera generalmente descartará el valor social de los espacios compartidos dentro y entre edificios, y descuidará las implicaciones sociales correlacionadas con factores como el tamaño del edificio y la densidad de viviendas».

Por ello, inspirado en los modelos habitacionales escandinavos, el arquitecto promueve un nuevo concepto de vivienda que utiliza aproximadamente el 20% del espacio dentro de los edificios de apartamentos dedicados a pasillos, escaleras y otra circulación para crear espacio para la interacción social. Con ese enfoque al que llama Open House, Tjeldflaat contrarresta el aislamiento y resignifica la división y distribución del espacio dentro de edificios residenciales multifamiliares.

Este diseño aumenta el potencial de encuentros sociales al dedicar más metros cuadrados al espacio de transición entre la vivienda y la calle, y entre los apartamentos individuales y sus pasillos y escaleras compartidos. Cada unidad tiene un área de entrada grande que se conecta a un pasillo o escalera, una especie de porche delantero en una casa unifamiliar. Mediante el uso de una pared retráctil, esa área de entrada puede cerrarse a las áreas comunes del pasillo o escalera o abrirse para crear un espacio más fluido donde se mezclan las esferas pública y privada.

“Las divisiones flexibles permiten a los residentes regular su nivel de participación con la programación social de las áreas comunes”, dice Tjeldflaat. «En una configuración abierta, el área común se convierte en una extensión continua de la unidad, mientras que una configuración cerrada permite al residente retirarse en busca de privacidad».

Y ello, según el arquitecto, contribuye a un equilibrio en la salud mental porque hay un respeto a la socialización, pero también a la privacidad del individuo sin que signifique una restricción per se, como se ha percibido el confinamiento durante la pandemia. 

Para este concepto, Tjeldflaat se inspiró no solo en la visión esperanzadora de un futuro de mayor convivencia, más social, sino sobre todo en sus experiencias como auxiliar de enfermería en un hospital psiquiátrico donde elementos como espacio, acceso y movimiento tienen un impacto en las personas.

“En el entorno de un hospital psiquiátrico, las formas en que el espacio puede reforzar o prohibir ciertas interacciones sociales se vuelven claras”, explica. Hay un énfasis adicional en la territorialidad, o la capacidad de monitorear y regular el uso del espacio y permitir que los pacientes y el personal tengan líneas de visión sólidas y múltiples puntos de acceso. 

Para los pacientes, tener cierta capacidad para personalizar el espacio ayuda a establecer un sentido de control social y confianza. Y para todos los que están dentro de lo que pueden ser entornos difíciles y complicados, los espacios entre las habitaciones se vuelven casi tan importantes como las propias habitaciones. 

“La provisión de espacios de transición reflexivos puede reducir la sensación de aislamiento y el miedo asociado a moverse entre habitaciones y zonas”, dice Tjeldflaat. La integración de estos conceptos en la vivienda puede tener los mismos beneficios y tal vez incluso evitar la soledad y el aislamiento que pueden degradar la salud mental de las personas.

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