Los restos de la antigüedad que cuentan la historia de la compasión

La bioarqueología del cuidado de la salud revela que en la Edad de Piedra había un sistema de cuidados hacia las personas con alguna discapacidad que los hacía sobrevivir más años que los que hubieran podido sin ayuda.

Aunque se trata de una verdad dolorosa, la brutalidad y la violencia forman parte de la humanidad desde sus inicios aunque, al parecer, también lo es el cuidado. Algunos arqueólogos buscan un estudio más detallado y sistemático del cuidado que tenía el hombre prehistórico -de quien sólo nos quedan los huesos-, de las personas enfermas, lastimadas o con discapacidad. Habría que llamarle arqueología del cuidado de la salud.

El caso que lleva a Lorna Tilley y a Marc Oxenham de la Universidad Nacional Australiana de Canberra a tomar este tema fue el hallazgo de un hombre joven, muy enfermo, que vivió hace 4 mil años en lo que es ahora el norte de Vietnam y que se encuentra enterrado en un sitio arqueológico conocido como Man Bac.

Casi todos los esqueletos de esta zona al sur de Hanoi se encuentran enterrados en forma horizontal. En el ‘Entierro 9’, como se llama a los restos de esa persona de la prehistoria está sepultado en posición fetal. 

Cuando Tilley y Oxenham realizaron la excavación y examinaron el esqueleto algo les quedó claro: sus vértebras fusionadas, sus huesos débiles y otros indicios daban lugar a pensar que yace en su muerte como lo hizo en vida, doblado e incapacitado por alguna enfermedad.

Llegaron a la conclusión de que quedó paralizado de la cintura para abajo antes de la adolescencia como resultado de una condición congénita conocida como el síndrome de Klippel-Feil: tenía poco o nada de movimiento en los brazos y no podía alimentarse o asearse por sí mismo. Pero logró vivir alrededor de diez años más. 

Los arqueólogos también concluyeron que las personas que lo rodeaban, que no utilizaban metales y vivían de la pesca, caza y de la crianza incipiente de cerdos, se tomaban el tiempo de cuidarlo y de cubrir todas sus necesidades.

“Se vive una experiencia emocional cuando se hacen las excavaciones de cualquier ser humano, un sentimiento de pena”, dice Tilley,  y la responsabilidad “de contar la historia con tanta exactitud y humanidad como sea posible”.

El caso de esta persona forma parte de un trabajo más amplio que publicaron en 2009 en la revista Anthropological Science en 2009. Dos años después, retomaron el caso para enfocarse en el tema de la salud. “La provisión y la recepción del cuidado de la salud podrían reflejar algunos de los aspectos más fundamentales de una cultura”, escribieron ambos arqueólogos en The International Journal of Paleopathology. 

En 2012, en lo que Tilley denomina la “bioarqueología del cuidado”, escribe que este campo “tiene el potencial de proporcionar reflexiones importantes, y tal vez únicas, de lo que eran las vidas de las personas que se estudian”. 

En el caso del ‘Entierro 9’, dice, no sólo los cuidados hablan de tolerancia y cooperación en la cultura, sino también que él sabía bien lo que valía y sus ganas de vivir. Sin eso, explica, no habría vivido tanto tiempo. “Obviamente no soy la primera arqueóloga que encuentra evidencias de personas que necesitaban ayuda para sobrevivir en la Era de Piedra o en otras culturas de la antigüedad”.  

Entre sus descubrimientos hay “alrededor de 30 casos en los que alguna enfermedad o patología era tan severa que se necesitaban cuidados para poder sobrevivir”. Esos casos incluyen, en un sitio arqueológico en Irak de 45 mil años, un Neandertal (bautizado Shanidar 1) que murió alrededor de los 50 años con un brazo amputado, pérdida de visión en un ojo y otras lesiones.

Otro caso es el del niño de Windover de hace 7 mil 500 años que se encontró en Florida y que tenía una malformación congénita severa, conocida como espina bífida, y que vivió alrededor de 15 años. D.N. DIckel  y G.H. Doran, de la Universidad de Florida escribieron la primera documentación del caso en 1989, y concluyeron que en contra de los estereotipos que se tienen de las personas de era prehistórica, “bajo algunas condiciones la vida hace 7 mil 500 años incluía la capacidad y la disposición de ayudar y mantener a las personas con enfermedades crónicas y discapacidad”.

Otro caso muy conocido es el esqueleto de un adolescente (catalogado como ‘Romito 2’), que se descubrió en un sitio arqueológico en Italia en los años ochentas, y que data de hace 10 mil años. Él mostraba un tipo de acondroplasia severa (talla baja) que lo dejó con brazos muy cortos. Si bien no necesitaba cuidados de enfermería, su grupo tenía que aceptar que no podía correr a la misma velocidad que ellos ni participar en las actividades de cacería de la misma forma en que lo hacían otros.

Cuidados cavernícolas

Lorna Tilley antes de ser arqueóloga se recibió de psicóloga y trabajó en el sector de los cuidados primarios. Ella fue la que propuso crear un método de estudio estándar de cuatro pasos para analizar los restos de personas de la antigüedad, con discapacidad o con alguna enfermedad, con el propósito de entender las sociedades. 

Determinó también varias etapas de investigación: primero, establecer la condición de la persona; segundo, describir el impacto de la enfermedad o discapacidad en la vida cotidiana de la cultura en que vivía, y tercero, concluir el grado de ayuda que necesitaba.

Una persona con parálisis cerebral, por ejemplo, necesitaba “apoyo directo” mientras que alguien parecido a ‘Romito 2’ necesitaría mucho menos cuidado pero más tolerancia ante sus limitaciones. 

La cuarta etapa de su método es la extrapolación de la evidencia dura que se obtiene de los restos para pensar escenarios sobre cómo vivía la gente. Y este es el corazón de la bioarqueología, una palabra que acuñó, en la década de los setentas, Jane E. Buikstra de la Universidad de Arizona para describir mediante el uso de los métodos de la antropología física que se concentra en las osamentas, y en aquellos de la arqueología, que se concentra en la cultura y en sus artefactos, para tratar de “humanizar el pasado” como ella dice, poner a la gente en un contexto cultural.

Buikstra, directora del Centro de Investigación Bio Arqueológico y que en la actualidad se dedica a la coevolución de humanos y sus enfermedades, dijo que “las personas de cuando en cuando, a lo largo de los años, han tratado de atribuir el cuidado y cuidar” a los humanos de la antigüedad. Pero, menciona, “entrar a las mentes de los antiguos humanos” siempre es difícil.

Los métodos de Tilley para cómo y cuándo hacer ese salto podría sentar las bases para dichos intentos con estándares que en la actualidad se usan para evaluar las necesidades para el cuidado de las personas con discapacidad severa.

Por James Gorman para The New York Times | Traducción: Graciela González

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