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Collage de imágenes de Christy Brown de niño, adulto y joven, escribiendo y pintando con su pie izquierdoCollage de imágenes de Christy Brown de niño, adulto y joven, escribiendo y pintando con su pie izquierdo

“Mi pie izquierdo, la única llave de la prisión en que estaba”: Christy Brown

Este lunes se conmemora el nacimiento de Christy Brown, el escritor y poeta irlandés que nació con parálisis cerebral severa, y que cobró fama tras publicar su biografía que, años después, llegó al cine.

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5 de junio de 2023

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Teresa Peón y Nava

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Ser el décimo hijo de una familia de 22, además de los padres, ya es un hecho que antes y ahora resulta sorprendente, incluso si sólo sobrevivieron 13 de los niños. Y eso es lo que le ocurrió a Christy Brown, que no sólo vino al mundo como el décimo hijo del matrimonio formado por Patrick Brown, un albañil, y Bridget Fagan, una ama de casa, sino también con una condición inesperada: parálisis cerebral, tan severa como para que apenas llegar al mundo, los médicos dieran el diagnóstico.

Era el 5 de junio de 1932 y Dublín, la ciudad que vio nacer a Christy Brown, a quien con excepción de su madre, todos veían como una especie de vegetal, incapaz de hablar y moverse, salvo su pie izquierdo. De ahí que su infancia la pasó postrado ajeno a todos.

Solo su madre le acompañó y se convirtió en su profesora y le enseñó a leer. Así empezó a derribar barreras para comunicarse con el mundo exterior. Lo que empezó con sus familiares cercanos, pronto fue una práctica que lo acercó a amigos y vecinos de su comunidad.

Cuando estaba en la adolescencia, apareció en su vida la asistente social Katrina Delahunt. La mujer se había enterado de su historia y empezó a visitarlo con regularidad. Le llevó libros, materiales para pintar y otras herramientas que despertaron su interés en las artes, especialmente en la literatura y la pintura. Gracias al descubrimiento de lo que era su vocación, decidió hacer algo por él mismo y empezó a tener una impresionante habilidad física, hasta que consiguió escribir con la única extremidad que tenía.

Paralelamente, frente a los sentimientos que otros experimentaban hacia su discapacidad, Christy no mostraba la menor vergüenza hacia su cuerpo contrahecho ni intentaba ocultar sus puntos de vista. Por el contrario, se luce orgulloso de sus avances en el control de su pie izquierdo para usarlo como una mano y empieza a considerarlo un órgano indispensable para él.

“Era la única llave de la puerta de la prisión en la que estaba”, definió Brown en la biografía que escribió años después.

Aun cuando no recibió educación formal, Christy asistió a la Escuela Clínica St Brendan en Sandymount. Ahí conoce al Dr. Robert Collis, un conocido autor que descubre en el joven a un novelista natural y decide apoyarlo, utilizando sus contactos en el mundo editorial, para que publicara “Mi pie izquierdo”, un relato autobiográfico de la lucha cotidiana con la  discapacidad en medio de la vibrante cultura de Dublín.

El relato fue muy bien recibido y se convirtió en una sensación literaria. De pronto, Christy toca la fama y su domicilio se ve inundado de cartas de admiradores. Para responderlas, contrata a Beth Moore, quien después se convertiría en su esposa.

En 1965, viajan a Connecticut porque Christy deseaba terminar su obra magna, a la que había dedicado años y una admirable perseverancia. Finalmente, en 1967, con ayuda de Beth, concluye el libro “Down, todos los días”, que se publica en 1970 y le da, ahora, reconocimiento internacional.

La historia era un ambicioso proyecto concebido como la expansión de “Mi pie izquierdo”, y se convirtió en un bestseller internacional publicado en más de 14 idiomas. En la obra, Christy se sumerge en la corriente de la conciencia técnica para documentar la cultura de Dublín a través del uso del humor, diálogos precisos y descripción de características intrincadas.

La novela fue la primera de otras como “Una sombra en verano” (1972), “Salvajemente crecen los lirios” (1976) y “Una prometedora carrera” (publicada de forma póstuma en 1982).

Mientras Christy se consagraba como escritor y pintor, se divorcia de la fiel Beth, pero no se queda solo, ya que contrae matrimonio con Mary Carr. Simultáneamente, su salud se deteriora. Muere con apenas 49 años, el 7 de septiembre de 1981, tras atragantarse durante una cena, según la versión oficial.

Otras versiones aseguran que la autopsia que le practicaron halló hematomas en el cuerpo de Christy, lo que iría en consonancia con testimonios de que poco antes de su muerte sufrió maltrato físico. Fue enterrado en el cementerio de Glasnevin.

“Mi pie izquierdo”, la película

La obra literaria de Christy Brown tiene una calidad indiscutible y le dio fama mundial. Sin embargo, si es conocido a nivel masivo es gracias a la película de 1989 llamada, también, “Mi pie izquierdo”, protagonizada por el entonces incipiente actor Daniel Day-Lewis y dirigida por Jim Sheridan.

Actor británico del llamado Método, Day-Lewis dedicó ocho semanas viviendo en en la Clínica Sandymount, en Dublín, especializada en personas con discapacidad. Ahí, aprendió a pintar con el pie a tal grado que la mayoría de las obras presentadas en la película fueron realizadas por el propio histrión.

Durante la producción, el temperamental actor permaneció obstinadamente en el personaje, insistiendo en que los miembros del reparto lo llamaran Christy incluso después de que las cámaras dejaran de rodar. Durante semanas, le dieron vueltas en una silla de ruedas y lo alimentaron con una cuchara. Y cuando en un punto del rodaje, la familia de Christy Brown visitó el set, el actor se rehusó a romper el personaje y les habló con la misma voz confusa de Brown.

“Me volví muy inconveniente”, admitió el actor londinense. No obstante, gracias a su interpretación del autor, poeta y pintor irlandés, su trabajo protagónico fue un éxito.

La película fue elogiada universalmente. Day-Lewis ganó un Oscar al mejor actor protagónico, y la irlandesa Brenda Fricker, quien personificó a la madre de Christy Brown, se llevó la estatuilla como mejor actriz de reparto.

Imágenes obtenidas de Filmaffinity

Por Teresa Peón y Nava

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