Encontrar un brillante entre el carbón es una inenarrable sorpresa para el minero. Bien sabe que es necesario buscar un joyero para que pula la piedra y descubra las mejores facetas, realice los cortes, sin prisa, para sacar el brillo y destellos escondidos en su interior que deslumbrarán por su belleza. Es un proceso largo y minucioso que requiere pericia y paciencia.
Sirva este símil para comparar a un bebé que nace con síndrome de Down, la sorpresa y el compromiso ante un ser tan desvalido, no empaña la alegría, felicidad y satisfacción al tenerlo entre los. brazos.
Estas emociones son el cincel que va a ir descubriendo y puliendo las fases de su esencia y su personalidad, tan incomprendida por el Homo Sapiens, que desconoce y descalifica la presencia del Homo Noeticus, quien debido a la evolución consabida llega a sustituir la falta de conciencia, claridad y amor entre la humanidad y su entorno.
Bibi, mi nieta me ha dado por casi veinte años, la oportunidad de aprender y entender el conocimiento del que ella y todas las personas con síndrome de Down son portadoras.
He visto como sin pedirlo, le abren los gruesos cordones qué protegen a la Mona Lisa en el recinto donde se exhibe en el Museo de Louvre, para tomarle fotos a un lado de la magna pintura de Leonardo Da Vinci. He compartido su emoción al escuchar ópera en la Scala de Milán, pero lo que sobrecoge, es verla como permanece unos minutos antes de su actuación, en profundo silencio.
Bien lo preconizaron los grandes médicos, escritores y filósofos del siglo XVIII, entre ellos Ouspensky, Gurdjieff, Teihhard de Chardin “El Hombre Nuevo, preludio de la convergencia de la humanidad, al punto ‘omega o final’ será el Homo Noeticus”.


*Liliana de la Garza es abuela materna de María Bárbara Wetzel Aguilar
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