Dicen que ser abuela o abuelo es de las mejores etapas de la vida: consentir sin la responsabilidad de ser mamá o papá y disfrutar de la nueva generación con la sabiduría, paciencia y calma ganadas con los años parece no tener igual. Al menos en el mundo de los estereotipos; en la realidad, la adultez mayor es mucho más que ser un tierno abuelito.
Se habla poco del tema y de hecho es difícil encontrar datos, pero en el contexto del Día de la Abuela y el Abuelo que se conmemora en México cada 28 de agosto, vale la pena hacerle zoom a los retos que enfrenta este grupo etario, con o sin nietos.
La Organización Mundial de la Salud revela que las y los mayores de 60 años representan más del 10 por ciento de la población global; en México el porcentaje sube cuatro puntos con los 18 millones 462 mil 845 que registró el censo 2020 del INEGI, pero no sabemos cuántas de ellas y ellos han adquirido alguna discapacidad auditiva, visual o motriz.
En Chile hay un ejercicio muy interesante: la Encuesta Nacional de Dependencia, realizada en 2017. De sus resultados destaca que entre los 60 y 64 años de edad, el 11.5 por ciento de las personas presenta algún grado de dependencia; a partir de los 70 aumenta a 20 por ciento en promedio, pero para el grupo de los hombres es menos de 17 por ciento y en las mujeres asciende a 22 por ciento. A partir de los 80 años, la dependencia en las mujeres se dispara al 57 por ciento mientras que en los hombres se mantiene en torno al 45 por ciento. Y a partir de los 85 la brecha se acentúa aún más: para los hombres es de 56 por ciento, mientras que en las mujeres es de prácticamente 70 por ciento.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, aunque las mujeres son más longevas, tienden a ser afectadas por enfermedades crónicas más jóvenes que ellos y viven no sólo con mayores discapacidades sino también con menor protección social básicamente porque al no haber realizado trabajo remunerado carecen de los beneficios de ese sistema que invisibiliza los cuidados.
Entre los retos que las personas de la tercera edad enfrentan para mantener su independencia y calidad de vida se encuentran las limitaciones físicas debidas a la disminución de la movilidad causada por condiciones como la artritis, osteoporosis o enfermedades crónicas como el párkinson, que requieren el uso de dispositivos de ayuda como bastones, andadores o sillas de ruedas.
Las barreras arquitectónicas también deben considerarse: cuando el espacio de la persona mayor con discapacidad no está adaptado a sus necesidades, como rampas, barras de apoyo en el baño o puertas más amplias para permitir el paso de sillas de ruedas, se llega a detonar en ellas y ellos sentimientos de frustración o impotencia que además limitan su inclusión social.
La OMS ha alertado por la prevalencia de ansiedad y depresión en el 7 por ciento de las personas adultas mayores, independientemente de si cuentan o no con familia que pueda acompañarles en la adaptación a esta etapa de la vida.
Este Día de la Abuela y el Abuelo es buen momento para recordar que son mucho más que esos personajes consentidores a quienes se les pueden transferir las horas de cuidado y responsabilidad que tocan a padres y madres: hablemos de lo que ellas y ellos necesitan. Para empezar, espacio físico y simbólico para experimentar plenitud y salud mental, incluso con las discapacidades que adquieren a través de los años.
* @MaElenaEsparza es Doctoranda en Historia del Pensamiento por la UP, egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres de la Universidad de Oxford y fundadora de Ola Violeta A.C.
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